ENTREVISTA (PRIMERA PARTE)
«España puede salir adelante»
«La victoria del PP es la más amplia que hemos tenido, pero nada está decidido para las generales»

Aún no se ha instalado en La Moncloa, pero Mariano Rajoy ya ha empezado a cumplir sus promesas. La noche del domingo, mientras miles de españoles celebraban eufóricos el histórico triunfo del Partido Popular en las elecciones autonómicas y municipales, el presidente del PP se comprometió a ponerse a trabajar al día siguiente para recuperar España y su economía. Y en ello está. En su despacho de la séptima planta de la calle Génova, rodeado de informes y obsesionado por que los 8.474.031 millones de sufragios conseguidos el 22 de mayo sirvan para dar «estabilidad, seguridad y certidumbre al país». A cambio de lograrlo, el líder popular está dispuesto a buscar pactos «con todos los partidos salvo con Bildu», frente a un Gobierno socialista que, «por su falta de credibilidad, es incapaz de transmitir confianza dentro y fuera de España» y al que reclama, «como muchos ciudadanos», la disolución de las cámaras y la llamada urgente a las urnas.
—La victoria obtenida por el PP el 22-M es más amplia que la de 1995. ¿Anuncia una victoria también más amplia que las generales de 1996?
—La victoria del PP es la más amplia que hemos tenido nunca. Nos sentimos legítimamente orgullosos de esta victoria. Ahora, ¿esto qué anuncia de cara a las generales? Nos sitúa en buena posición pero, a partir de ahí, vamos a tener que seguir trabajando con enorme intensidad. Recuerdo que en el 99 ganamos las municipales por un punto y, al año siguiente, las generales por diez. En 2007, ganamos también las elecciones municipales por un punto y, al año siguiente, perdimos las generales por cuatro. Por tanto, nada está decidido. Para nosotros, aparte de lo que significa gobernar en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas, es un estímulo para seguir trabajando. Y para ofrecer a los españoles una alternativa y convencerles de que este país puede salir adelante porque tiene potencial suficiente para ello.
—La tendencia electoral de las municipales otorga mayoría absoluta al PP. ¿No teme que, ante unas generales, la constatación de este hecho pueda activar el miedo a la derecha y reducir el margen de victoria?
—Yo trabajaré para que no sea así. De lo que se trata es de hacer las cosas bien. Al día siguiente de las elecciones, convoqué al Comité Ejecutivo Nacional de mi partido y ya les dije que teníamos que mantener un comportamiento intachable, que había que ser austeros y reducir el gasto corriente, también ver qué empresas u organismos públicos autonómicos o municipales sobran. Por tanto, lo que les he pedido es que gobiernen bien y que sean conscientes de que somos depositarios de un gran poder y confianza. Desde luego, yo me ocuparé de que estemos todos a la altura de las circunstancias. Del Partido Popular, de sus gobiernos, actitudes y ayuntamientos depende que la gente nos revalide su confianza en las próximas elecciones generales.
—Repasemos algunos resultados concretos. Uno de ellos, el de Francisco Álvarez Cascos en Asturias. ¿Un pacto entre él y el PP supondría una rectificación a la decisión inicial de que no fuera el candidato popular? ¿Cabría incluso una vuelta de Cascos al partido?
—No necesariamente. Cascos no fue candidato porque yo tengo la costumbre de respetar las decisiones que tomen las organizaciones regionales del partido. Incluso en ese momento, él estaba afiliado en Madrid, no en Asturias. Aún es prematuro porque las corporaciones locales se constituyen el 11 de junio y las comunidades autónomas, todavía después. Lo que tengo claro es que el Partido Popular puede hablar con todos, salvo con Bildu, como es perfectamente entendible. A mí lo que más me preocupa de los pactos es que no sean solo para elegir un alcalde o un presidente de comunidad. Han de ser para que haya estabilidad en las instituciones durante cuatro años, como ocurre en el País Vasco. Lo que España necesita en este momento es estabilidad, seguridad y certidumbre. Sobre la base de que podemos hablar con todos, aunque es verdad que lo más lógico es que lleguemos a acuerdos con los que son más próximos a nosotros, necesitamos dar estabilidad, seguridad y certidumbre a las instituciones; que todos los gobiernos que se constituyan sean para cuatro años, porque lo peor para España en este momento es la inestabilidad institucional. Podemos hablar con Cascos, y con cualquiera. Pero no hay nada cerrado. Ni siquiera hay nada abierto en este momento.
Me ocuparé de que todos los que han ganado estén a la altura de las circunstancias
—Los buenos resultados de Madrid, ¿cree que le refuerzan a usted?
—Los resultados en Madrid son muy buenos, pero lo son en toda España. En Madrid podemos alcanzar alcaldías importantes como Alcorcón o Getafe. En Torrejón hemos tenido magnífico resultado. Y en Collado Villalba, donde nunca ha gobernado la derecha. Los resultados de Madrid son un espaldarazo para todo el partido, que ha trabajado muy bien, que se ha tomado las cosas en serio y que es visto por mucha gente, en este caso por muchos madrileños, como un partido en el que se puede confiar. Por eso estoy muy contento con los resultados que hemos obtenido.
—El País Vasco vuelve a ser mayoritariamente nacionalista por la irrupción de Bildu. ¿Cómo puede acabar la experiencia de gobierno de Patxi López?
—En su día, nosotros dijimos que queríamos un acuerdo para cuatro años que diera estabilidad a las instituciones, y nuestra voluntad es mantenerlo. Lo peor que se podría hacer en este momento es plantear un cambio en el Gobierno Vasco. A partir de ahí, es verdad que los nacionalistas suman más votos, pero también lo es que suele ocurrir en este tipo de convocatorias electorales. No en las generales: la suma de PP y PSOE da muchos más diputados que los partidos nacionalistas. Lo que hay que hacer ahora en cualquier caso es afrontar el futuro del País Vasco, y a mí me gustaría decir dos cosas. Tal y como han quedado configuradas las instituciones tras la votación de los ciudadanos, lo mejor sería un acuerdo entre el Partido Socialista, el Partido Nacionalista Vasco y el Partido Popular, y así lo ha propuesto el presidente del Partido Popular en el País Vasco. Tenemos que hablar de la diputación de Guipúzcoa, del ayuntamiento de San Sebastián, de la diputación de Álava... Sería lo más razonable en este momento: pienso que daría estabilidad, seguridad y confianza un acuerdo entre esos tres partidos. Lo segundo que hay que hacer es estar atento a la evolución de Bildu porque, a pesar de lo que ha dicho el Tribunal Constitucional, la legislación que hemos aprobado entre el PSOE y el PP aún permite plantear otras actuaciones si se demostrara inequívocamente su apoyo al terrorismo de ETA.
—¿Se esperaban mejores resultados en Valencia? ¿Puede que la ciudadanía haya querido mandar algún mensaje?
—Llevamos muchos años gobernando en Valencia y, en esta ocasión, hemos tenido un diputado autonómico más y hemos ganado plazas muy emblemáticas como Elche —la tercera ciudad de la comunidad, donde gobernaba la izquierda desde 1979— o Gandía. Eso quiere decir que la gente estaba satisfecha y que, en el balance entre lo que le podía parecer bueno y malo, había más cosas buenas que malas. Por eso ha apoyado al PP. Es el balance que hago. A partir de ahí, tenemos que hacer las cosas mucho mejor. Resultados como el de Rita Barberá, alcaldesa desde el 91 y que veintiún años después consigue 20 de 33 escaños, son para estar legítimamente orgulloso. Pero como le decía al principio, esto tiene que ser un estímulo para hacer las cosas mejor.
—Su ciudad, Pontevedra, ha vuelto a escaparse al PP. ¿El efecto Mariano Rajoy no funciona allí?
—Mi ciudad natal es Santiago, donde sí hemos ganado. Pontevedra es la ciudad donde he vivido buena parte de mi vida. Siempre que me presenté allí a las elecciones —unas municipales y varias generales—, los resultados fueron francamente satisfactorios. Es una plaza difícil, sólo un partido tuvo mayoría absoluta en 1983, y fue el PP. Las coaliciones nos han dejado fuera durante muchos años y ahora ha vuelto a suceder a pesar del magnífico trabajo de nuestro candidato, Telmo Martín.
Lo mejo0r para Zapatero, su partido y los españoles sería que convocase las urnas
—Su apuesta por una línea tranquila se ha traducido en una gran cosecha de votos. Y en la hora del éxito, todo el mundo dice ser «marianista». Usted tuvo que sortear un pulso durísimo dentro de su propio partido. ¿Había más enemigos dentro que fuera?
—Sobre la línea tranquila, quiero decir que yo soy como soy. Lo que no puede nadie es pretender ser lo que no es. Yo no estoy en política para entretener ni para dar espectáculo. Estoy en política para intentar llevar adelante un proyecto político, para gobernar con seguridad y para hacer todo lo posible a efectos de resolver las inquietudes de la gente. Para eso estoy. Eso no significa que, como algunos llegaron a decir, no defienda mis posiciones. Las posiciones se pueden defender sin alharacas, ¿no? En este sentido, me he visto inmensamente cómodo en esta campaña. No he respondido a la catarata de descalificaciones que recibí por parte de algunos de mis adversarios políticos, entre otras cosas porque no sirve absolutamente para nada. Pretendo seguir en la misma línea en el futuro. En este momento, España no necesita ruido, sino seriedad, justicia y eficacia en la gestión de los asuntos públicos.
—Es sabido que en el PP conviven sensibilidades muy dispares, desde una derecha más conservadora hasta otra más centrista y liberal. ¿Cómo se logra administrar ese partido con tanta diversidad y sensibilidades políticas? Más difícil habrá de ser aún estando en la oposición.
—En las últimas elecciones generales merecimos la confianza de más de diez millones de españoles. Nos vota gente de sensibilidades diferentes y nos votan por razones distintas. Hay personas que, en unas elecciones, votan al PP, y en otras, a otro partido. El voto prisionero del que hablan algunos no es real. Se ha visto en estas elecciones con meridiana claridad. Ahora bien, en el PP existen unos principios que nos unen y que nadie discute. El Partido Popular cree en España como nación y en el estado de las autonomías. El Partido Popular apoya la Constitución española; el PP afirma que, cuanto mayores cotas de libertad, mejor; el Partido Popular cree en la igualdad de derechos y de oportunidades, y en la igualdad de los deberes y las obligaciones de todos los españoles. Y nuestro partido apuesta por el Estado del bienestar tal y como está concebido hoy, con la educación, la sanidad y el sistema público de pensiones. A partir de ahí, puede haber diferencias sobre temas de fondo, de estrategia y de táctica, pero la función de un presidente de partido es tener la inteligencia y la habilidad suficientes para interpretar en cada momento lo que debe hacerse. Como dice, además, en la oposición no es fácil. Sobre todo fue un momento extraordinariamente difícil el que vivimos después de perder las elecciones en 2008. Entonces lo tenía más complicado de lo que puedo tenerlo en el momento presente. No obstante, una persona que pretende gobernar España tiene que enfrentarse a todas las circunstancias; a las fáciles y a las difíciles. Y hay una cosa evidente: lo fácil lo hace cualquiera. Para lo difícil se requiere algo más.
—En el caso Bildu ha mantenido un perfil más bajo que otros compañeros de partido. ¿Por qué lo hizo?
—No. La sentencia del Tribunal Constitucional se conoció la víspera del inicio de la campaña electoral. Estaba en la ciudad extremeña de Jerez de los Caballeros y allí expuse con meridiana claridad mi opinión. Lo que dije es que, naturalmente, respetaba y acataba la sentencia del TC, y de todos los tribunales —malo sería si no entendiéramos que eso debe ser así—, pero añadí que yo estaba en profundo desacuerdo con esa sentencia. Dije también que era un paso atrás en la lucha contra el terrorismo, pero que la batalla tiene sus pasos atrás y sus pasos adelante y que, desde luego, España iba a ganarla porque el Estado de derecho y la decencia ya no admiten lo contrario. Fue mi posición. Quizá había gente que quería que yo hiciera de Bildu el eje de mi campaña electoral, pero no me parecía oportuno. Desde luego, lo que nadie podrá decir es que yo le hice la campaña electoral a Bildu. Ningún medio de comunicación, ni dirigente político, ni nadie. Volví a hablar de ello en el País Vasco y en Pamplona, porque era lógico, pero no para decir cosas distintas de las que comenté el primer día, que era la posición de mi partido. Por fortuna, en ese asunto no soy sospechoso de nada.
—El PP lleva tiempo lanzando el mensaje de la necesidad de regenerar la vida pública. ¿No habría sido coherente con ello dejar fuera de las candidaturas a políticos implicados en problemas judiciales?
— En estos casos es muy fácil dar consejos y muy difícil adoptar decisiones. En todas las decisiones que yo he tomado sobre esos asuntos he intentado ser justo, hacer lo que yo creía justo. Me puedo equivocar o acertar porque esto no son matemáticas; influyen muchos factores como el comportamiento, la trayectoria o la vida de las personas. La regeneración significa mucho más que eso; significa que las leyes se cumplan, que la justicia funcione con agilidad y sin apariencia de politización, que los órganos reguladores cumplan su misión con independencia, transparencia en la gestión de los interés de los ciudadanos, austeridad en el manejo del dinero público y rendición de cuentas. No ignoro el malestar hacia la política que existe en estos momentos, solo le puedo decir que con otros gobiernos no era tal y que vamos a hacer una apuesta muy seria para cambiar esa percepción. Hemos vivido unos años de mucha división y mucha propaganda, ahora toca concordia y autenticidad, por ahí también vendrá la regeneración de la vida pública.
Aún se podría actuar contra Bildu si se demostrara su apoyo a ETA
—Enlazando con esto, ¿qué es lo más duro y lo más gratificante de la vida política?
—Lo más gratificante es poder hacer cosas. Una de las que más me han llenado en mi vida fue ver las caras de los habitantes de un pueblo próximo a la frontera de Portugal cuando la Diputación de Pontevedra les puso luz eléctrica, en el 84. Comprobar que puedes lograr cosas que hacen felices a las personas es muy reconfortante. En cuanto a lo peor, la política es dura, te llevas muchos disgustos. Uno cree que se le trata peor de lo que merece y recibe muchas críticas, algunas justas y otras probablemente injustas. También pagas un peaje en tu vida familiar, tienes mucha menos privacidad. Cuando en verano voy a Galicia, tengo que hacer deporte donde no me vea nadie porque, si no, salgo en los programas del corazón. La política es una actividad voluntaria y los que nos dedicamos a ella tenemos que saber que el nivel de exigencia es mucho mayor.
—¿Qué es lo que jamás se le debe perdonar a un político?
—(Lo piensa unos segundos) Engañar a sabiendas a la gente.
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