Puerta del Sol, punto de riesgo
Las jaimas son un peligro por su montaje y se han convertido en foco de robos, insalubridad y «sin techo»

«Tened cuidado con las carteras y los objetos de valor. Se están produciendo robos», alertaba en varias ocasiones uno de los portavoces de la «comunidad indignada» de Sol ayer a través del megáfono. «No es que haya mucho, pero hay que tener cuidado. Alguna que otra persona ha echado en falta cosas personales», indica uno de los jóvenes al frente de un puesto de comida ubicado bajo las jaimas.
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Al cabo de unos minutos de la alerta, cuatro ciudadanos del este de Europa de etnia gitana atraviesan el campamento con cuatro carros de supermercado. En su interior llevan tuberías, cables y chatarra de todo tipo. Todo, según explican, lo han obtenido en el campamento. «Sale mejor que buscar en la basura», explica uno de ellos mientras sonríe, dejando entrever su dentadura de oro. Los cuatro aparcan los carros al lado de una cabina telefónica ubicada junto a la boca de Metro más cercana a la calle del Carmen. «Luego lo llevaremos a la chatarrería», apunta otro mientras observa todo lo que le rodea.
Fuego y cables empalmados
En el centro del campamento han instalado recientemente una «cocina» que nutre de alimentos calientes y gratuitos a los «revolucionarios», y algún que otro jubilado que se deja caer por la zona para llevarse un pedazo a la boca. Dos «chefs» vuelcan el arroz hervido de una olla a un barreño con todo el agua. No llevan guantes. Meten un colador y lo van pasando a otro contenedor. Para hervir el grano se sirven de una bombona de butano y un difusor de gas pegado a un palé de madera. Al otro lado, a pocos centímetros de la olla, hay un gran folio de papel que ondea con el leve aire que entra. «No hay riesgo de explosión de la bombona porque el contacto del gas con el aire lo disipa. El calor no es un problema. Sí puede haber riesgo de incendio del fuego con las lonas», explica un bombero de Madrid.
El mismo considera que también es inseguro el tipo de instalación que han creado para nutrirse de electricidad. Los cables, enganchados a generadores de gasolina —ubicados junto a la figura ecuestre de Carlos III—, recorren toda la parte superior de las lonas, entrelazados con los cordones que levantan las mismas, y empalmados con cinta aislante o enganchados con ladrones. «Cuando se producen incendios en El Gallinero, por ejemplo, es por instalaciones de este tipo. Si bien es verdad que las ratas provocan algunos cortocircuitos», apunta el profesional del fuego.
Fuera tiendas para limpiar
«Están supervisados por nuestros electricistas. Ya nos han venido a avisar de que tengamos cuidado. También con lo que expulsan los generadores», cuenta un joven «desencantado». Al instante se vuelve a producir otro anuncio por megafonía: «Ha llegado el momento de seguir luchando en otro sitio». Las palabras alivian a los comerciantes y vecinos de la zona que lo escuchan, que anhelan, en su mayoría, que la acampada termine.
El debate de la retirada continúa entre los asamblearios sin definir nada en claro. Lo único que estaba previsto es que durante la madrugada de hoy levantarían las tiendas de campaña para que los servicios de limpieza pudieran entrar. El olor a orín con el calor se hace insoportable. «¡Qué imagen estamos dando a los turistas!», manifiesta una trabajadora de una heladería mientras observa al frente cómo un indigente apura las últimas gotas de su cartón de vino. «¿Hasta cuándo?», se pregunta.
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