Nuevo sintel

El Nuevo Sintel de la Puerta del Sol podría sondear fuentes de financiación constituyéndose en Campamento o Universidad de Verano. Después de todo, cada día amanece con un motivo nuevo de indignación. Ahora, lo del Kun Agüero, que se va. Eso supone un montón de tiendas nuevas en el camping de la Revolución, cuyos perros flautas son estudiados por los analistas de Moreno como los polinesios por los ilustrados de Diderot. «Compañeros y compañeras, otro día de Revolución», saludaba por la megafonía un líder campamental, que luego animaba a la tropa a estirarse: «No estamos solos». No sé si se refería a Segundo Quiñones, el caballero que lleva acampado frente al Palacio de La Moncloa desde abril de 2009: carece de cuenta en Twiter. Quiñones es una víctima hipotecaria, y aspira a la dación por pago, que a estos palabros nos ha llevado el Mugabe de León en este Zimbawe Paradise que es España. La dación por pago es una de las exigencias de la asamblea (?) de la Puerta del Sol, pero a Quiñones no lo han invitado al debate, pues se empeña en culpar de su situación a Zapatero, cuando todo el mundo sabe que la protesta solariega no es contra las personas, sino contra el sistema. Rubalcaba, que en «las aguas heladas del cálculo egoísta» se cree Cromwell, no desaloja a los «okupas» de la Puerta del Sol por su pacifismo, «ismo» que no han mostrado ni los controladores militarizados ni este Quiñones recalcitrante cuyo chamizo ha sido desmontado policialmente: un comando, con helicóptero y una orden de arriba.(¿De más arriba del helicóptero?). «Como vi que Zapatero hablaba tan bonito, me vine a Madrid a que me recibiera», es la explicación de Quiñones para su insurgencia. Ni siquiera las chicas góticas que habitan ese Palacio han tenido la curiosidad de ver a Quiñones. Y si Zapatero tuviera veinticinco años, estaría, no con Quiñones, sino en el Nuevo Sintel de la Puerta del Sol. De hecho, que nadie descarte, tal como están las cosas, que acabe ahí.