del agua mansa
LAS DOCE UVAS
¡QUÉ inocencia tan sagaz! El espectáculo en directo de las doce uvas desde la Puerta del Sol, que nos ofrecieron los medios en la madrugada del viernes al sábado —se ha dinamitado otro mandato constitucional tan ricamente—, no tiene precedentes en una democracia tan zarandeada como la española. Sólo ZP podría darnos una visión tan troceada, tontaina y pasquinada. Quienes hicimos el caldo gordo al marxismo en el 68, tanto en las barricadas como en la cátedra, lo sabemos perfectamente. Es de manual y está escrito en las obras completas de Lenin, que fue como la leche materna de nuestras indigencias e indignaciones: «Debo decir que las tareas de la juventud en general y de las Uniones de Juventudes Comunistas y otras organizaciones semejantes en particular, podrían definirse en una sola palabra: aprender». El resto pura teoría de la relatividad.
Los que entonces sabían —nosotros tuvimos un maestro como Sartre: un íntimo de Brezhnev que por la mañana era libertario, por la tarde perroflauta y por la noche estalinista a tope— se parecen a los de ahora. Saben cómo, cuándo y dónde actuar, y con una camiseta del Che eligen lo más guay de la «spanish revolution» como compañeros de viaje. Pero ahora el que pica es porque quiere o le va la marcha. La «spanish revolution» no sólo huele a romería friki-antisistema que tira «patrás» , sino que su originalidad proviene directamente de la exhalación de la momia de Lenin cuando escribía en «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comuninismo»: hay que abrazarse a cualquier coyuntura con «uniones nuevecitas, completamente puras, inventadas por comunistas muy simpáticos». Textual.
Simpatía a raudales es lo que reparte en obleas consagradas la «spanish revolution» que, de entrada, ha hecho pública una consigna totalitaria para novicios en pelotas: que la soberanía del pueblo es la suya y aquí paz y después gloria. Ah, ¿sí? Pero, ¿para ir dónde? Aunque sean demasiadas preguntas, el destino también está escrito en los manuales del leninismo. En principio que todo el mundo se monte en el mismo tren de la Puerta del Sol que luego se procederá a un reparto inteligente, pues ya decía el inventor del chiringuito que «el transporte soviético es la vía para que avance la locomotora de la historia».
La parida más sofisticada —y lo siento, porque hay propuestas de cajón que sí puedo compartir— la pronunciaron los portavoces el sábado de madrugada con una precocidad propia de quien toma el rábano por las hojas: que como la juventud no votó la Constitución, no tienen por qué cumplirla. Peligrosísima consigna, pues tampoco votaron los derechos humanos que rigen desde el 10 de diciembre de 1948: ¿piensan también derogarlos? Sin embargo, ni una palabra sobre la responsabilidad de ZP en la ruina e indignación de España. ¿Y estos son los regeneradores de la política revolucionaria? Lagarto, lagarto. Vote hoy con todas sus ganas porque si esto es rebeldía, ¿no será ZP la locomotora de la «spanish revolution»?
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