ANÁLISIS
Bob Dylan: el eternauta
Cuentan los que han tenido el placer y el privilegio y la emoción de verlo de cerca y hablarle al lado que, por estos días, fuera del escenario, el rostro de Bob Dylan goza de la extraña propiedad de exhibir —con una casi sobrenatural fluidez de sus rasgos— todas las edades y las etapas por la que han pasado todos los Dylan. Y son muchos los Dylan hasta la fecha: el aprendiz de Woody Guthrie , el avatar de protesta, el mesías electrificado, el ermitaño doméstico, el gitano divorciado, el profeta cristiano y converso y apocalíptico, el tipo al que nada le importaba durante los 80 y, finalmente y por encima de todos —y luego de ese verdadero proceso de reeducación que fueron los discos de covers reescritos «Good As I’ve Been to You» (1992) y «World Gone Wrong» (1993)— este actual y formidable cowboy crepuscular y milenarista cabalgando a lo largo de «Time Out of Mind» , «Love and Theft» , «Modern Times» y «Together Trough Life» . Un joven ahora septuagenario —pero fuera del tiempo y del espacio— que salta sin cesar de escenario en escenario y que conecta sónica y directamente con aquellos músicos legendarios del blues y del country que deslumbraron a un jovencito de Duluth, Minnesota, a mediados del siglo pasado. También —porque se le da la gana y qué ganas nos dan siempre de que se le dé— no duda en grabar un psicotrónico álbum de villancicos o en contonearse junto a chicas calientes para un anuncio de Victoria's Secret o en calzarse una peluca rubia para tocar en directo. Más allá del bien y del mal, Dylan vive desde sus inicios de hacer, literaria y literalmente, lo que se le canta feliz de saber —luego de tantas resurrecciones— que siempre sobrevivirá para cantar el cuento. Pocos artistas no son inferiores o mediocres comparados con alguien. Yo —más de uno dirá que exagero— sólo he contado tres indiscutibles que escapan a esta regla: Leonardo , Shakespeare y Bob Dylan . Algunos aseguran que ya está viejo pero, en verdad, envejecemos nosotros, quienes gozamos del privilegio de compartir su época y de poder decir, de aquí a unos años, «Yo lo vi». Mientras tanto, como rima en «My Back Pages» , «él era tan viejo entonces, es mucho más joven ahora».
RODRIGO FRESÁN ES ESCRITOR
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