Columnas

cubierto-111

Columnas / POSTALES

Un sátiro en el banquillo

Se acabaron los tiempos en que el poder, el dinero y la insolencia daban carta blanca para hacer lo que viniese en gana

Día 20/05/2011

TRAS haberle sido imputados 7 delitos e imponerle una fianza de 5 millones de dólares, uno en metálico, Dominique Strauss-Kahn ha recibido la libertad condicional, sujeta a no abandonar la casa de su hija en Nueva York y llevar una pulsera que identifique su paradero, hasta ser sometido a juicio. «Con infinito pesar presento mi dimisión como director del FMI. Lo primero para mí es mi esposa, a la que quiero más que a nada, mis hijos, mis amigos. Niego firmemente todas las alegaciones contra mí», deja escrito. Si tuviera un átomo de vergüenza, hubiera pedido disculpas al FMI, a su mujer y a sus amigos. Pero individuos como él creen poder cometer toda clase de tropelías. Si dimitió fue adelantándose a que no le echaran. Si se declara inocente es para escapar de la cárcel.

Tras haber negado cualquier encuentro con la camarera, abandonar la teoría del complot y presentar una falsa coartada, su defensa ahora es que hubo sexo consentido. El sexo consentido sólo puede venir por dos vías: por irresistible atractivo físico o contra pago. ¿Cree ese sujeto viejo, gordo, malencarado que es suficientemente atractivo para que las camareras se le rindan nada más verle desnudo? Y si fuera pagado, ¿es que no lo pagó? En uno y otro caso, ¿por qué ella lo denunció, arriesgando lo único que tenía para mantenerse: su puesto de trabajo? Este tipo de sexo, que finalmente reconoce, suele acabar de otra manera, monsieur Strauss-Kahn. Usted puede engañar a los franceses, que al parecer tienen la manga o la decencia muy ancha, pero no a los norteamericanos y espero que al resto del mundo. Se acabaron los tiempos en que el poder, el dinero y la insolencia daban carta blanca para hacer y tomar lo que viniese en gana. Pues detrás de su habitual comportamiento no están unas glándulas sexuales hiperactivas sino el afán de dominar, de avasallar a sus inferiores, al no poder hacerlo de otra forma. Usted es un depredador, y lo más triste es que lo haya sido tanto tiempo, hasta que se le detuviese, en el doble sentido de la palabra.

Dicho esto, permítanme expresar mi admiración por esa inmigrante guineana que se atrevió a lo que no se habían atrevido una periodista francesa y una alta funcionaria del FMI, denunciar al depredador, y mi admiración por la policía de Nueva York, al tratar igual a un mandamás mundial que a un acusado de intento de violación y secuestro de Harlem. Así como mi satisfacción por haber quedado a la vista de todos como un alto cargo socialista, camino de la presidencia francesa, se pasa por el arco de triunfo el compromiso de su partido con las mujeres, los trabajadores y las razas. Hasta ahí llega la «superioridad moral» de la izquierda actual. Hasta ahí y hasta pedir el voto a quienes ha enviado al paro en España.

Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.