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Mujer y europea

Elena Salgado dicealgunas cosas dedifícil entendimiento e imposible justificación

Día 19/05/2011

ELENA Salgado es, junto con Alfredo Pérez Rubalcaba aunque por diferentes motivos, una pieza excéntrica en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Tiene talento, formación y, además de ser de Orense, podría ser ministra y vicepresidenta sin necesidad de esas cuotas y cremalleras que tanto daño le hacen a las mujeres. Creo, incluso, que ha escalado el Kilimanjaro, cosa que no consiguió hacer Gregory Peck cuando llevó al cine la novela de Ernest Hemingway. Salgado es, o parece, fría como un témpano y eso dice mucho a favor de quien actúa cara al público y evita al respetable sus desmelenamientos. Quizá compensa su frialdad con el fervoroso calor de su fe socialista, más propia de tiempos pasados y previos a su protagónico papel en una sociedad que, de tanto no tener prole, ya no es proletaria. Salgado, en lo posible y a pesar del líder al que secunda, ha conseguido aminorar en algo los daños creados por su predecesor, Pedro Solbes que, después de no ver venir una crisis tremenda y convencer a Zapatero de su imposibilidad, prefirió el pasotismo a la acción y repitió los errores que ya había cometido de parecidos modos cuando era ministro de Felipe González.

En ocasiones, en el vértigo de la cucaña en que la encaraman su responsabilidad económica y feminista, Salgado dice algunas cosas de difícil entendimiento e imposible justificación. Ahora, tras un sesgo dubitativo a la hora de valorar el ímpetu de Dominique Strauss-Kahn —siempre es difícil servir dos causas a un mismo tiempo—, la vicepresidenta económica ha dicho que «para dar estabilidad a las instituciones» el director del FMI, que todavía no ha sido cesado ni ha dimitido, debiera ser sustituido por una mujer europea. Eso tiene el mismo rigor y fundamento que proponer para el cargo a un homosexual austrohúngaro. En un mundo global, y para uno de los cargos más globales del mundo, se requiere una persona de fundamento y razón, con experiencia y capacitación, para la función que debe desempeñar. Hombre o mujer, ¿o es que hay diferencias? En cuanto a lo de europeo, y aunque el Viejo Continente sea el contribuyente principal al Fondo surgido de la Convención de la ONU en Bretton Woods, es un requisito de más difícil defensa cuando llegue el momento, deseo que próximo, de la sustitución del aparentemente sátiro francés. Los diez directores que se han sucedido en la historia del FMI fueron europeos —cuatro, franceses— y los dos últimos no sentaron plaza de rigor y seriedad. Uno, Rodrigo Rato, desertó del cargo antes de cumplir su compromiso, y el otro, como se sabe, anda en apuros distintos a los de su especialidad confesada.

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