ABC CULTURAL / ARTE
Espacio Trapézio: el mercado y el arte
Entre la institución y la galería, nace Espacio Trapézio, que se propone agitar el adormilado mundo del arte en Madrid. Y lo hace desde un ámbito singular: el mercado de San Antón

El próximo jueves, el mercado de San Antón, en el barrio madrileño de Chueca, volverá a abrir sus puertas tras seis años de obras. La noticia no tendría transcendencia en estas páginas si no fuera porque en su seno albergará la sede un curioso proyecto artístico que nace con la voluntad de dinamizar la escena creativa local y nacional y llenar algunas lagunas de nuestro sistema. Se trata de Espacio Trapézio , que entre puestos de verdura, pescado y tiendas varias, apuesta por la promoción cultural.
Su impulsor es Jesús Álvarez , propietario de una de las licencias del mercado, que un buen día se planteó cambiar el rumbo de un espacio que durante años había explotado su familia como carnicería y charcutería: «Esa fue su naturaleza hasta que el mercado cerró sus puertas en 2005 –recuerda–. Entonces la Asociación de Comerciantes decide llevar a cabo una remodelación integral y yo me planteo cambiar de vida. Ya antes había fundado una galería , pero no funcionó. Para esto me tiré a la piscina, pero pensando que el Ayuntamiento se negaría. La sorpresa fue que no solo no dijeron que no, sino que les encantó la idea, y ahora vamos a contar con el local más grande . Entonces me entró el miedo escénico. No sabía qué hacer y me puse en contacto con GILFER».
El deshielo de un proyecto
GILFER es el seudónimo del artista visual Miguel Ángel Gil Fernández. Era la Navidad de 2010, y él acababa de llegar de Finlandia , donde fue con una residencia para estudiar su arte contemporáneo: «Esa era la excusa. Lo que me interesaba era aprender de los modelos de gestión fuera de España para ver lo que podía ser importable», explica. «El proyecto de Jesús era ambicioso, pero solo tenía claro que no quería ser una galería comercial y que el entorno en el que se inscribía tenía que imprimirle su carácter ».
La tercera pieza en este puzle la coloca el curator Javier Duero , integrante de PensART , la agencia de proyectos de la que han surgido iniciativas como Mapear Madrid , Intransit o Is this Spain? . Duero relata que la invitación a participar en la iniciativa supuso un debate interno en la asociación : «PensART no tiene un espacio expositivo propio, no porque no pueda, sino porque siempre hemos pensado que preferíamos trabajar como agencia. Fue importante dejar claro que Espacio Trapézio no podía ser una prolongación de PensART , pero que podíamos mediar en los contextos y ayudar a definir la programación». Es así como ve la luz este nuevo espacio de 180 metros cuadrados –más una terraza de 60–, que, desde un mercado, funciona como local público de gestión privada, de cuyo órgano de gobierno forman finalmente parte Álvarez, GILFER, Duero, y dos personas más: el también comisario Martí Manen y el gestor empresarial Ricardo López-Francos .
E. Trapézio nace sin ánimo de lucro, fomentando el trabajo en red y la gestión transparente
¿Y cuáles van a ser sus líneas de trabajo? «Aunque este es un espacio alternativo y muy transversal –subraya Duero–, queremos que funcione como una institución . Trataremos temas que tienen que ver con la economía, el consumo, la sociedad y la gastronomía. Al cabo, ese es nuestro contexto. Contaremos con un programa de exposiciones, eventos relacionados con los colectivos que nos son cercanos y un ciclo con entidad propia llamado Cluster , que albergará trabajos de videoarte y cine experimental –que no se suelen inscribir bien en el circuito comercial–, producidos con becas y residencias, pero que no siempre son exhibidos en las condiciones adecuadas». Espacio Trapézio nace sin ánimo de lucro, fomentando el trabajo en red (se potencian convocatorias públicas para la selección de contenidos), la promoción de las buenas prácticas (todos los agentes implicados cobrarán sus honorarios) y la transparencia en la gestión.
La puesta de largo del mercado coincidirá con su primera acción, Referéndum: «Instalaremos una urna legal durante cinco días para que todo el que pase vote expresando lo que quiere ver aquí. A un nivel más modesto, nos inspiramos en Ivo Mesquita y su bienal vacía o la iniciativa de Caja Navarra, que decidió que sus inversiones culturales no las decidiera su consejo de administración, sino sus clientes». El día 24 llegará Félix Fernández , autor del primer Cluster: «Yo en caminos ajenos nació de una beca de Unión Fenosa que me llevó a Nueva York y Berlín y cuyos resultados se mostrarán en octubre en La Coruña», explica el gallego. «Es una obra muy vivencial, fruto de mi experiencia como inmigrante en un contexto muy determinado, en el que uno no sabe si está más o menos integrado o si repite modelos». En cuanto al espacio que le toca inaugurar, Fernández se muestra optimista: «Es perfecto, se integra bien en el mercado y además lo humaniza. Su ubicación en el centro es perfecta».

Tras él, llegarán las colectivas Artistas sin galería (incomprensiblemente) («con la que remarcamos la precariedad en la que viven los creadores. Queremos apoyar a los jóvenes. Pero no se trata de legitimar a los malditos, sino de dar visibilidad a los inscritos en el sistema pero que no reciben el apoyo del mercado»), y ¡Es la economía, estúpido!, así como algunas colaboraciones con la Universidad Europea y la Complutense de Madrid .
Un golpe de efecto
Duero se refiere a MediaLab como referente: «Contamos con el mismo espacio expositivo. Nuestro tamaño es perfecto y el equipo está cohesionado. Ahora bien, tenemos que aprender a ser transversales». Según Álvarez, «el reto es ser reconocidos por el sector artístico, pero no olvidar el escenario en el que nos movemos. Estamos en un mercado, pero siempre quise que este fuera un espacio desacralizado, abierto, en el que la gente se acerque al arte sin miedo ».
Quizás lo más loable de Espacio Trapézio sea que nace en plena crisis : «Jesús no quiere que le llamemos filántropo, pero realmente lo es», señala GILFER. «No es tanto tener en cuenta el dinero invertido –unos 150.000 euros– sino el que se deja de ganar –apostilla Duero–. Si se hubiera querido hacer negocio, lo mejor habría sido haber montado un restaurante con la licencia». Y concluye: «Esto es un ataque en la línea de flotación a la política de codicia y acumulación. Llega un momento en el que tu grado de confort es tal que tienes que empezar a devolver algo a la sociedad. Es la filosofía anglosajona. A nosotros nos va más lo de delegar responsabilidades y quejarnos. Con crisis o sin ella. Por eso yo veo en la inicitiva de Jesús un gesto más político que ingenuo , como él lo define».
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