Ministros al sol

En Madrid era tradición que el Gobierno tuviera doble presencia en las fiestas del 2 de mayo, por un lado acudía un ministro a la recepción de la Casa de Correos y por otro ya se encargaba Magdalena Álvarez de tener una zanja abierta en la Puerta del Sol para que el personal pudiera acordarse de sus ministros a gusto. Pero se acabaron las obras del tren de cercanías y comenzaron «las lejanías» entre el Gobierno y el ejecutivo de Esperanza Aguirre.

Se entiende mal que los ministros, que se pasan media vida en Madrid, cogieran ayer el día libre de actos protocolarios y no acudiera ninguno a la Puerta del Sol, ni siquiera Blanco que se tenía ese sector muy trabajado, se había hecho especialista en ponerle ojitos a Esperanza Aguirre cuándo la cámara estaba delante. Y ella le daba esa bola que obliga el protocolo y que a él tanto le gustaba. Se entiende mal que los ministros se cogieran «el lunes al sol» para no ir a Sol, y eso que tienen una parada de metro que les deja en la puerta en caso de que el coche oficial se les haya ido de puente.

Es un feo detalle que lo deberían haber tenido en cuenta porque se pueden perder unas elecciones pero no se deben perder las formas y tampoco había constancia de que Aguirre les fuera a dar un canapé caducado, o una «mirinda» pocha. Su ausencia es un feo a los madrileños que no debería haberse producido nunca salvo que tengan una buena excusa aún por demostrar. Dudo que puedan montar una estrategia que cuele y no ofenda.

Los ministros en plena crisis se han dado al puente con natural desparpajo, con un par. Si no era por Aguirre al menos que lo hubieran hecho por Daoíz y Velarde, y por la historia pasada y reciente, y porque Madrid no se merece un ninguneo oficial.