«Cuando cae la noche»
Michael Cunningham. Lumen. Barcelona, 2011. 20,90 euros. 256 páginas

«La belleza no es sino el inicio del terror». Es la frase escogida por Michael Cunningham —ganador del premio Pulitzer por «Las Horas» en 1999— como prefacio de «Cuando cae la noche» , su última novela (editada en España por Lumen). Y es que la belleza impregna cada rincón de este relato, como el halo de un perfume dulce hasta el hastío. Un piso soberbio en el SoHo neoyorquino, fiestas de cóctel en los barrios altos de la ciudad y escapadas a mansiones en los plácidos suburbios de Greenwich son algunos de los escenarios que rodean a Rebecca y Peter Harris, un matrimonio de mediana edad dedicado al negocio del arte. Es la fotografía de los «happy few» , un reducto de intelectuales, artistas, marchantes y millonarios adictos a los catálogos de novedades de las galerías de Chelsea, la meca de los artistas provincianos con hambre de un cheque.
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- Lee el primer capítulo de «Cuando cae la noche» (pdf)
Pero Peter Harris tiene todo lo que un hombre podría desear, o eso aparenta: una esposa elegante —una belleza aristocrática de Richmond, Connecticut—, una carrera exitosa —no es un gran galerista, pero es bueno—, y amigos influyentes que escogen con la misma habilidad el restaurante de moda como el escultura adecuada para adornar sus palacios. Y sin embargo, él espera descubrir algo que le de sentido a su carrera (y a su vida), quizá ese artista que lo lleve a las grandes ligas de la industria cultural. La oportunidad no tardará en llegar... pero antes, Peter se encontrará con alguien más. Su nombre es Dizzy, el hermano de Rebecca. Un chico brillante de 23 años que llega a Nueva York tras un largo flirtero con las drogas, un niño mimado capaz de destruir la frágil armonía de los Harris.
El arte al desnudo
Peter se enamorará de Dizzy —«una escultura viviente»—, pero no de una manera diferente a como un estudiante de arte se enamora de un bronce de Rodin. «Cuando cae la noche» no es la historia de un ménage à trois, tampoco un relato gay. De hecho, Cunningham inventa un romance «a lo Gustav von Aschenbach», el protagonista de «Muerte en Venecia». Es decir, un amor platónico, inocente, pero peligroso, corrosivo, fatal. Y Dizzy es como el Tadzio de Thomas Mann: atlético, prometedor, casi eterno. O sea, la pieza culmine para un coleccionista de belleza.
«Cuando cae la noche» será una delicia para los amantes del arte. Cunningham despoja a ese mundo de todas sus galas y lo deja al desnudo, vulnerable y patético. «Ahí está el objeto, y la carrera de Hirst, por no hablar del propio Hirst, y los ocho millones del Met, que piensa que es atrevido exponer algo que lleva rondando casi veinte años», piensa Peter mientras observa uno de esos tiburones muertos de cuatro metros bañados en formol que han hecho de Damien Hirst un auténtico pop-star. La novela está plagada de dardos certeros como ese, referencias que sirven de marco perfecto para este pequeño cuadro sobre la gran obsesión de nuestro tiempo: el sueño de la juventud perpetua.
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