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Los otros finlandeses

Día 22/04/2011

Hasta ahora Finlandia era uno de los países de la Unión Europea de los que todos los demás podían aprender. Con la irrupción en la política nacional del partido ultra de Timo Soini, que ha conseguido cerca del 20% del voto, el pequeño país de cinco millones de habitantes ha sido puesto en una injusta cuarentena. La nación finesa, a pesar de sufrir el populismo, un fenómeno que azota ya a no pocos socios europeos, optó hace tiempo por concebir la globalización económica como una oportunidad y no una amenaza. En su apuesta cosmopolita, ha reformado su Estado del Bienestar, ha desarrollado las nuevas tecnologías y se ha dotado de uno de los mejores sistemas de enseñanza del mundo. Los colegios finlandeses, cuentan los que han pasado por ellos, son lugares en los que se exige de verdad, hay pocos minutos de descanso y su objetivo no es que se lo pasen bien los alumnos sino que aprendan a trabajar mucho, bien y en cinco idiomas. Finlandia no es distinta a Holanda, Alemania, Francia, Bélgica, Austria, Suecia o Dinamarca por el auge del populismo, y en conjunto su proyecto como nación suena mejor.

El reto finlandés a corto plazo es formar un gobierno de coalición con o sin los populistas, pero que en cualquier caso no bloquee las medidas europeas para asistir a Portugal y afianzar al euro. El conjunto de la Unión, sin embargo, tiene otro desafío, preguntarse si la ola anti-europea tanto en países rescatados como rescatadores no debería dar lugar a una reflexión sobre cómo estamos haciendo las cosas. Es inquietante que los países pagadores piensen que están tirando el dinero y los asistidos que han sido condenados a décadas de miseria. La loable innovación europea ante la crisis del euro se ha basado hasta ahora en un método prueba-error y el proceso de aprendizaje no puede detenerse.

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