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El último cura

El profesor Peces está convencido de que en la procesión laicista él es el último cura

Día 21/04/2011

LO dice Marañón, uno de los tres señoritos (con Ortega y Ayala) que hicieron el trabajo tonto a los cafres para traer la República de Alvarito Palmares:

—Aquel día (el día en que trescientas columnas de humo subieron al cielo desde todas las ciudades de España) empezó la lenta agonía de la República recién nacida.

Ahora en Barcelona sorprenden a un caballero haciendo candela en la Sagrada Familia, la santa catedral laica —gótico seglar— de Gaudí. ¿A la laicidad por el fuego, como en la primavera del 31?

—Cuanto más se les consiente y se les soporta, peor responden. Solo entienden del palo —escribió hace diez días el profesor Peces.

Desde luego, con esa franqueza no escriben hoy ni los misóginos de las mujeres ni los homófobos de los gays; parece una franqueza reservada exclusivamente para los laicistas que escriben de los católicos, como el profesor Peces, que mete a Maquiavelo, Tomasio y Doña Esperanza (¿Aguirre?) en la batidora de la Modernidad y le sale una flipada que hizo decir a Nicolás Gómez Dávila: «Todo hombre auténticamente moderno que no se suicida a los cuarenta años es un imbécil.»

En realidad, lo del palo del señor Peces no se puede decir ni de las focas, porque los animalistas te envían a la celda de Troitiño, ahora ocupada por una palabra de honor. «¿Y si no vuelven?», preguntó un reportero a doña Victoria Kent, inventora de las «vacaciones del bandido bajo palabra de honor» en las prisiones republicanas, en cuyas celdas, en efecto, al final no había más que palabras de honor. Y ella contestó: «Si mis presos dan su palabra de honor, volverán. Respondo de ello.

Es verdad que el profesor Peces no pone el ejemplo de la II República de la señorita Kent, cuando el sacristán de Nuestra Señora de la Esperanza de Sevilla, para que no la quemaran, hubo de tener a la Macarena en su casa, «metida en mi cama como si fuera una persona», hasta que Sánchez Mejías, el Ignacio de Lorca, la escondió en el monumento funerario de Joselito Gallo.

El ejemplo del profesor Peces es la III República francesa del tuerto Gambetta, en cuyo territorio no sé si le dejarían entrar a él con «el palo» de laicista a la española, no fuera que le diera por acercarse al casino de Biarritz y descubriera, ¡ay, Jesús!, la «Rocher de la Vierge». ¡Menudo síncope!

¿A qué viene «el palo» del profesor Peces? «Cuando hay contundencia en las ideas no hay errores en la redacción», sostiene en su blog Leire Pajín, que traduce a Lévi-Strauss: «Es un error creer que ideas claras pueden nacer de emociones confusas».

Yo le diría al profesor Peces:

—Corre a la ilesia y confiesa: / que tú tiene en este mundo / mir cositas malas jechas.

Pero el profesor Peces está convencido de que en la procesión laicista él es el último cura.

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