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¿Y ahora qué?

ALFONSO ROJO

Ya han votado señorías. A solicitud de nuestra ministra de Defensa y con la excepción de Llamazares, todos ustedes se han pronunciado a favor de prorrogar dos meses la participación española en la guerrita libia. ¿Y ahora qué?

Siempre me han resultado insufribles esos tipos a los que no se les cae de la boca lo de «ya te lo dije», pero no queda otro remedio. ¿No le dijimos a Zapatero —e incluyo a Rajoy entre los que lo dijeron— que la resolución de la ONU era una pilfa? ¿Que una intervención a medias enquistaría el conflicto y alargaría el sufrimiento de esa población?

En la guerra, como en el periodismo o la política, lo que puede salir mal, suele salir mal. Pasado el primer susto, Gadafi ha dejado de mover a sus sicarios por las carreteras y los ha acantonado en las mezquitas, las escuelas y los hospitales. Los pilotos de la Alianza, que se dieron un festín en los primeros días volatilizando radares, blindados y baterías antiaéreas, se han quedado sin blancos.

La única opción que resta es enviar a la fiel infantería y tomar al asalto la guarida del tirano, pero para ello —además de otra resolución de la ONU, que Rusia y China no dejarían pasar— haría falta mandar soldados de Puertollano, Perpignan, Manchester y Dusseldorf, porque los de Arkansas, Virginia, Colorado y Texas tienen mucho lío en Irak y Afganistán y no están dispuestos a hacernos el trabajo esta vez.

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