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Ateos para fastidiar

Son ateos para fastidiar, ateos sectarios que no se conforman con ser eso, ateos, sino que quieren imponer su anticlericalismo

Día 17/04/2011 - 06.08h

Millones de españoles vamos a huir de nuestras ciudades esta semana y cada cual lo hace por motivos tan diversos como tratar de tomar el sol en la playa, participar en procesiones por las que siente fervor, preparar para el verano el jardín de la casita de campo o regresar al pueblo para merendar las torrijas de la abuela; todos dispuestos a disfrutar, menos esos pocos amargados que se llaman a sí mismos ateos y que son en realidad una muestra en vivo del sectarismo prohibicionista tan de moda en sectores de la izquierda de este país.

Son ateos para fastidiar, ateos sectarios que no se conforman con ser eso, ateos, sino que quieren imponer, no ya sus no creencias, sino su anticlericalismo extremo dirigido contra la religión católica. Ateos tan poco ateos como para organizar «procesiones ateas» (sic), una contradicción absoluta, para molestar a los ciudadanos que se echan a la calle a ver pasar a cristos y vírgenes a los que ellos denigran en sus panfletos. En los últimos tiempos se han dedicado a asaltar y profanar capillas, sobre todo en recintos universitarios, y ahora que llega la Semana Santa, o eso que algún perturbado funcionario de Educación ha denominado «las vacaciones entre semestres», redoblan sus esfuerzos para impedir, hasta donde pueden, que los católicos hagan fe pública de sus creencias en estas fechas tan señaladas.

Son ateos únicamente anticatólicos, sin la menor intención de irrumpir en una mezquita o repartir panfletos mofándose de Mahoma. Y no son, como algunos nos quieren hacer creer, unos pocos extremistas pasados de rosca, sino, en todo caso, la facción más radical del laicismo oficial del que Zapatero y los suyos llevan haciendo gala desde que ostentan el poder, ese que prohibe los crucifijos en las escuelas, que suene el himno nacional cuando sale una virgen a procesionar desde su templo o que un escuadrón militar desfile en el Corpus Christi. Ese que no respeta ni el sentimiento religioso de la mayoría de los españoles, ni siquiera el amor a la tradición con la que católicos practicantes, agnósticos, incluso ateos normales, participan en estos días, cada uno a su manera, en la Semana Santa.

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