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Ramin Asgary «La tortura no sirve para nada»

Este norteamericano de origen iraní comprueba la veracidad sobre las supuestas torturas de quienes piden asilo político

Ramin Asgary «La tortura no sirve para nada» ANNA GRAU

Mi nombre es Ramin Asgary, tengo 42 años, soy ciudadano norteamericano nacido en Irán y dirijo el programa de Derechos Humanos de la Escuela de Medicina del Mount Sinai, en Nueva York. Examino a refugiados que piden asilo político en Estados Unidos alegando que han sido torturados en sus países de origen. Mi tarea es comprobar si es verdad o no es verdad que les quemaron con cigarrillos, golpearon salvajemente con las manos esposadas a la espalda, cortaron con un cristal afilado, violado, etc., etc., etc. Determinar si la versión del refugiado coincide con las marcas en su cuerpo. Si su historia es médicamente coherente.

Cuando no lo es, eso no siempre se debe a que el refugiado esté mintiendo. La tortura tiene tal impacto en la mente humana que esta tiende a defenderse olvidando o alterando el recuerdo. Enterrándolo en el subconsciente. Parte de mi trabajo es sacar el sufrimiento oculto a la luz. No es imposible que un paciente me engañe, pero tendría que tener conocimientos muy extensos de medicina. Hasta ahora solo una vez, en un único caso, me he convencido de que el paciente mentía. Me negué a firmar la declaración jurada, y el hombre se fue.

La tortura es un término legal, no médico. No todo el mundo está de acuerdo en qué constituye tortura. Muchas veces queda a discreción del juez, lo cual quizás no sea tan malo. Impide el automatismo. Por ejemplo, la brutalidad y los abusos policiales en Estados Unidos no se consideran tortura. Hay gente que tampoco cree que lo sea el «waterboarding». Yo creo que sí lo es, y si alguien te dice que no lo es...¡bastaría con hacérselo a esa persona, a ver qué le parece! A veces se intentan justificar estas prácticas invocando necesidades extremas, por ejemplo, la de conseguir información para parar un atentado terrorista a tiempo, para salvar miles de vidas. Pero esas son siempre situaciones inventadas, que nunca se dan en la vida real. En la vida real la tortura no sirve para nada. Es puro sufrimiento inútil.

¿Cómo he llegado a hacer lo que hago? Todo se remonta a cuando tenía 17 años y decidí estudiar Medicina, después de ver un documental sobre las urgencias en un hospital en un barrio degradado de Chicago, cómo salvaban la vida de gente víctima de una espantosa violencia. Eso me cautivó. En mi familia ha habido siempre un sentimiento muy fuerte de comunidad, de responsabilidad. Mis padres me lo inculcaron y la Medicina le dio forma.

TRANSCRITO POR ANNA GRAU

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK

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