FRANCISCO Álvarez-Cascos lleva bordada en la pechera de su camisa el anagrama del partido que preside, Foro Asturias Ciudadano, FAC, y no pasa día sin peregrinar de pueblo en pueblo del Principado para, como eran antes de la televisión las campañas electorales, tratar de saludar y estrechar la mano de todos los votantes potenciales de la circunscripción. Álvarez-Cascos no da mítines al modo clásico. Ha renunciado al fervorín de los partidos tradicionales, con más devotos que seguidores, y, con precisión de ingeniero de Caminos, se dedica en sus intervenciones a construir puentes de comunicación con quienes pueden votarle. En Candás habla de Candás y en Langreo, de Langreo. Corta a la medida, artesanalmente, y, según las encuestas que tratan de ocultar sus competidores, puede darles un susto el próximo día 22 de mayo tanto a sus viejos compañeros del PP como a sus clásicos antagonistas del PSOE.
Ayer, Álvarez-Cascos tuvo que interrumpir su itinerario asturiano para acercarse a Madrid y presentarse ante el titular del Juzgado número 32 para, como imputado, responder por una querella por las presuntas calumnias contra la Policía cuando dijo, a propósito del caso Gürtel, que «hay una camarilla policial, instalada en Canillas, dedicada a preconstruir pruebas». Ya es casualidad que, teniendo el año más de trescientos días y siendo el asunto viejo y concomitante con otras denuncias emitidas por el propio Cascos, tenga que interrumpir una campaña electoral y romper la proyección de su imagen como candidato al Gobierno de Asturias precisamente ahora; pero los senderos de la Justicia, como los designios de Dios, son inescrutables.
Si nos atenemos al DRAE, una camarilla es un conjunto de personas que influyen subrepticiamente en los asuntos de Estado o en las decisiones de alguna autoridad superior y si admitimos, sin invocar a Aristóteles, que no hay efecto sin causa, las camarillas policiales españolas son un hecho. Lo fueron, incuestionablemente, las que participaron en el GAL, las que con Juan Alberto Belloch a la cabeza toquetearon por «papeles de Laos», las del caso Naseiro, los que destruyeron —u ocultaron— pruebas del 11-M y cuantos le quepan a cada cual en la memoria. Precisamente, uno de los puntos en que se apoya el prestigio político de Álvarez-Cascos es el haber estado activo en la denuncia de las citadas y de unas cuantas más. Ahora, con singular oportunidad política y a instancias de la Fiscalía, después de haberse retirado la acusación particular que promovió el asunto, el candidato asturiano se ha visto envuelto en un asunto camarillesco. ¡Qué cosas pasan en estos tiempos!