ABC CULTURAL / LIBROS
Evelyn Waugh: tras la máscara de la ironía
Satírico, provocador, cáustico, genial. Los calificativos se amontonan al hablarde Evelyn Waugh, cuyos «Cuentos completos»ven la luz en España

En su impagable libro Enemigos de la promesa (1938), que ocupa un lugar de excepción en muchas de nuestras bibliotecas, el crítico Cyril Connolly , uno de los talentos más brillantes de aquella espléndida generación británica de la época de entreguerras formada por W. H. Auden, Stephen Spender, Isherwood, Greene, Orwell, Harold Acton y Nancy Mitford , expresaba su deseo de escribir un libro que «al menos se mantuviera durante diez años». «¿Cuántos libros de hoy han durado tanto?», se preguntaba. «Los libros contemporáneos no se mantienen.»
En sus «Cuentos completos» nos encontramos al más auténtico, desconcertante y humano Waugh
Pero eso precisamente, mantenerse, se cumple, década tras década, con el escritor británico Evelyn Waugh (Londres, 1903-Somerset, 1966). Leerlo no tiene fecha de caducidad. Magnífico novelista, así como prolífico articulista y crítico literario, su estela e influencia, a través de maestros de la sátira y el humor inteligente de nuestros días como William Boyd, Jonathan Coe o Julian Barnes, se muestra tercamente perdurable . ¿Quién no ha oído expresiones como «escena digna de Evelyn Waugh» o «personajes que parecen sacados de una novela de Waugh» para calificar un zarpazo de ironía fulminante? Su característica marca de estilo, en el campo de lo cómico, ha superado ya a su célebre compatriota Wodehouse y se ha igualado a un clásico como Jonathan Swift .
Incorrecto, provocador y cáustico, fue tachado por sus detractores de misógino, racista, pésimo padre de siete hijos –entre ellos, el no menos genial Auberon Waugh, que en 2001 publicó Memorias de un gentleman excéntrico , autobiografía satírica de su estirpe–, reaccionario, antisemita –algo que compartió con el también católico Chesterton–, misántropo, caprichoso, egocéntrico, esnob y venenoso retratista de su propia clase, la generación de sofisticados y jóvenes aristócratas etonianos crecidos en los años 20 y denominados Bright Young People . Más de una vez consiguió enfadar a casi todos .
Bipolar Gran Bretaña
Sus diarios y correspondencia no dejan títere con cabeza. Convencido conservador, su humor desopilante bebía directamente no solo de lo estricto de la sociedad en la que había nacido y de las consiguientes dosis de hipocresía a raudales ideadas como sistema compensatorio, sino también de esa excentricidad y ese descolocamiento continuo de un país –Gran Bretaña– ligeramente bipolar. Una nación capaz de dar muestras del más flemático y rancio conservadurismo, pero también de las más locas audacias.
Misántropo, caprichoso, egocéntrico, «esnob» y venenoso, el inglés fue fiel retratista de su propia clase
En sus Cuentos completos nos encontramos al más auténtico, desconcertante y humano Waugh. Alguien capaz de mostrar compasión más allá de la burla , y entrañable instinto de protección y piedad más allá del cínico desdén y de sus frías y afiladas pinceladas . Un aparente menosprecio que volcaba en esos frágiles, torpes, bobalicones y desvalidos antihéroes de sus novelas y relatos, criados en el falso amparo de un Imperio en decadencia o en caída libre tras haber participado valerosamente y vencido al totalitarismo en la Segunda Guerra Mundial , experiencia bélica vivida por Waugh como soldado que quedó reflejada en su excelente trilogía Sword of Honour (1952-1961).
Viajero incansable –cuyas crónicas se recogerían en libros como Etiquetas. Viaje por el Mediterráneo (1930), Gente remot a (1931) o en su memorable parodia de un Estado totalitario, a lo Yugoslavia de Tito, transmutada en Neutralia en uno de los mejores relatos de este volumen, «La Europa moderna de Scott-King»–, Waugh se desempeñó igualmente como corresponsal de prensa , cubriendo la coronación del Negus en Abisinia –hoy Etiopía– en 1940. Una serie de visitas e incursiones realizadas sobre todo en los años 30, en especial al África colonial, que dieron pie a lo que muchos consideran lo mejor de su obra: carcajeantes novelas como Scoop (1938) y Merienda de negros (1932), pero también divertidos relatos recogidos en este volumen como «Incidente en Azania».
Grave crisis existencial
En los cuentos aparecen repetidamente algunas de sus obsesiones temáticas, como el adulterio. Casado por primera vez en 1929 con una mujer también llamada Evelyn, cuando apenas había pasado un año, esta le confesó que se había enamorado de uno de sus amigos. Divorciado en 1930 –el matrimonio sería anulado más tarde–, en ese mismo año tuvo lugar su conversión al catolicismo. Algo trascendental en su vida, que muchos verían derivado de la grave crisis existencial que atravesó con aquel duro desengaño. El fantasma amargo del adulterio y la ferocidad aplicada para describir insulsos y frívolos cambios de pareja no dejan de aparecer, sarcásticamente criticados, en muchos de estos relatos. Es el caso de «El hombre al que le gustaba Dickens», una de las más logradas y espectrales escenificaciones de lo que es el abandono, el salvaje sentimiento de soledad, la decepción y la desesperación que no pocas veces debió planear por el interior de un atormentado Waugh, escondido siempre tras la máscara de la risa.
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