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ABC Cultural

Los dibujos del samurái del cine

Una exposición en el Museo ABC de Dibujo e Ilustración recoge los «storyboards» originales de las últimas seis películas de Akira Kurosawa

Todo empieza con «Kagemusha, la sombra del guerrero», en 1980. Akira Kurosawa, un maestro reconocido en todo el mundo desde la irrupción de «Rashomon» tres décadas antes (Oscar y León de Oro en Venecia), presenta el guión a varios estudios, sin el menor éxito. Su fama de director meticuloso y caro lo precede, con Japón inmerso en una crisis económica. «La idea de no llevar Kagemusha al cine se me volvió intolerable», cuenta el inmortal cineasta. «Pensé que, aunque no pudiese trasladar las imágenes a la pantalla, al menos quería que la gente las viera. Así que decidí dibujarlas».

El resultado de aquellos dibujos está ahora al alcance de la mano, en el Museo ABC de Dibujo e Ilustración, en una exposición que recoge los storyboards de las últimas seis películas del director japonés, además de los carteles de la mayoría de sus títulos (solo faltan cinco de los treinta que dirigió), los oscarizados kimonos de «Ran», obra de Emi Wada, y fragmentos de algunas de sus obras.

Akira Kurosawa (1910-1998), descendiente de una familia de samuráis, siempre quiso ser pintor, aunque las necesidades económicas lo llevaron a otros trabajos, hasta que descubrió el cine. Su lamento tiene un poso de cruel ironía: «Es curioso que cuando de verdad intentaba pintar bien solo producía una obra mediocre, mientras que cuando me preocupaba por esbozar las ideas para mis películas es cuando produje obras que la gente considera interesantes». La exposición se compone de una selección de 115 dibujos originales (de los más de 2.000 que pintó) que sirvieron para la preparación de sus últimas seis películas: «Kagemusha, la sombra del guerrero (1980), «Ran» (1985), «Los sueños de Akira Kurosawa» (1990), «Rapsodia en agosto» (1991), «Espera un poco» (1993) y «El mar que nos mira» (2002), que Kurosawa escribió y pintó, pero que acabó dirigiendo su discípulo Kei Kumai. «La mirada del samurái» también incluye escenas que nunca se rodaron, como un noveno cuento onírico en la película «Los sueños de Akira Kurosawa», que le produjeron sus amigos americanos, cuando el genio contaba ochenta años, y en la que Scorsese se permite el lujo añadido de actuar, en el papel de Van Gogh.

Guerreros y geishas

Merece la pena acercarse al Museo ABC y contemplar la fuerza expresiva de esta obra menos conocida de Kurosawa, un artista que llena sus lienzos de guerreros, samuráis y geishas y en el que pueden descubrirse las influencias más diversas: Van Gogh, Renoir, Cézanne, John Ford, Shakespeare, Tolstoi, Dostoievski... Él, a su vez, cambió la historia del cine gracias a la admiración que le profesaban los mejores directores de su siglo. El resultado no solo puede verse en remakes más o menos confesos, como «Los siete magníficos», mínimo cambio de escenario de «Los siete samuráis»; «La guerra de las galaxias», inspirada en «La fortaleza escondida»; v «Por un puñado de dólares», de la que Leone tuvo que acabar admitiendo que era hija ilegítima de «El mercenario». Los efectos del cine de Kurosawa iban mucho más lejos. Francis Ford Coppola, por ejemplo, confesó que mientras realizaba «Apocalypse Now», «por las noches veía “Los siete samuráis”». «Antes de Kurosawa», remata Fellini, «nos sentíamos como amateurs».

Josep María Caparrós, comisario de la exposición, organizada por la Fundación Colección ABC en colaboración de la compañía HoriPro, Casa Asia y Japan Foundation, declaró en el breve acto inaugural, en el que se recordó a las vícimas de la catástrofe que vive el país asiático, que la muestra supone «un acercamiento novedoso al cine de Kurosawa, una aproximación explicativa y didáctica del proceso de creación de sus películas y de su influencia en iconos del cine».

El propio Kurosawa explica que cuando dibuja los storyboards, piensa en muchas cosas, «el encuadre, la psicología y las emociones de los personajes, sus movimientos, el ángulo de la cámara adecuado, la iluminación, el vestuario y los accesorios». «Si antes no he reflexionado específicamente sobre cada uno de estos elementos —añade— no puedo dibujar la escena. Aunque sería más exacto decir que dibujo los storyboards para pensar en esas cosas. Así concibo, materializo y plasmo la imagen de cada escena antes de verla claramente. Hasta que llega ese momento no comienzo a rodar».

FEDERICO MARÍN BELLÓN

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