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ABC Cultural

Comte-Sponville

«Sin las raíces cristianas Europa no es una civilización, sino solo un mercado»

El filósofo francés Comte-Sponville reúne sus cien mejores artículos en «El placer de vivir»

«Sin las raíces cristianas Europa no es una civilización, sino solo un mercado» INÉS BAUCELLS

SERGI DORIA

Lo proclamó Ortega: la claridad es la cortesía del filósofo. Y si se escribe en revistas y diarios, ser inteligible ya no es cuestión de cortesía sino razón de ser. Ortega lo demostró al publicar «La rebelión de las masas» por entregas en el diario «El Sol» y André Comte-Sponville sigue los pasos de su maestro Alain. Escribir en la prensa, advierte, «es una tradición muy francesa. En el XVIII Voltaire, Diderot y Rousseau publicaban en las gacetas y en el siglo XX, lo hicieron Camus, Sartre, Foucault... La tradición alemana es otra cosa: los filósofos escriben para que les lean sus colegas». De los centenares de artículos que llegaron al gran público en los últimos veinte años, Comte-Sponville reúne un centenar con un título que resume su filosofía: «El placer de vivir» (Paidós). Una summa «bio-lógica» de Montaigne, Spinoza y Epicuro destilada con amenidad: «El placer no lo es todo, pero nada, sin el placer, podría valer todo», apostilla.

Para empezar el diálogo con el filósofo abordemos esa felicidad obligatoria que tiraniza nuestra sociedad del espectáculo y crea tanta frustración humana. Y el filósofo advierte que no hay que confundirla con el desarrollo personal de los manuales de autoayuda: «Spinoza y Epicuro han envejecido menos que una revista de hace seis meses», ironiza. La felicidad, prosigue, «preocupa a la Filosofía desde sus orígenes pero existe el peligro de priorizarla sobre el sentido de la realidad, la verdad. Y entre felicidad y verdad, el filósofo opta por la verdad».

Filósofo de guardia

Nos encontramos ante un filósofo de guardia, tan capaz de explicarnos los presocráticos como de ayudarnos a sobrellevar el reto existencial de una tarde de domingo: «Esperamos toda la semana el descanso y cuando llega el domingo nos aburrimos y deprimimos. Schopenhauer decía que se desea lo que no se tiene y se sufre; y, cuando ya se tiene, ya no se desea... Es el péndulo entre el sufrimiento y el aburrimiento. Mi consejo sería desear lo que tenemos: el sabio ama lo que es real y no necesita soñar con lo que no tiene, ¡hay que pasar de Schopenhauer a Spinoza!».

En una buena conversación, no todo son acuerdos. Y este cronista pone reparos a un escrito de Comte-Sponville sobre el relativismo de Montaigne, a quien considera «el escritor más singular y universal que ha dado Francia». ¿Montaigne relativista?, inquirimos... «No confundamos», replica el filósofo, consciente del sentido peyorativo del relativismo tras la orgía posmoderna: «Afirmar que todo es relativo se refiere a que los valores morales, según cada civilización, son diversos. Pero la verdad objetiva no es relativa: estamos aquí hablando usted y yo, la tierra es redonda y no plana, eso no está sujeto a ningún relativismo...» Conclusión: relativismo de los valores, no de la verdad demostrada: «Nietzsche era relativista en valores y en verdad y Spinoza sólo respecto a los valores. Por eso, hay que diferenciar relativismo de nihilismo. Lo primero es decir que los valores son relativos; lo segundo, que no hay valores y no hay nada que defender».

El placer de vivir —el título original del libro era «El gusto por la vida»— no equivale a la «ataraxia» de la filosofía griega. La ataraxia, subraya, «excluía el sentido trágico de la vida, una visión, por cierto, muy española y que admiro de Unamuno. El sentido de la Filosofía es amar la vida, y no porque la vida no sea atroz para muchas personas, sino en la medida de que sea buena. Y volvemos al relativismo de Spinoza: No deseamos una cosa porque es buena, la deseamos en la medida en que la juzgamos buena». O sea que el valor de la vida depende del deseo, objetamos: «El valor de la vida depende del amor a la vida», apostilla Comte-Sponville.

Ateo no dogmático

Un filósofo que se declara ateo y mantiene entre sus lecturas de cabecera el «Eclesiastés». «Soy ateo no dogmático» —aclara— «porque el ateísmo es una creencia más, no un saber. Y un ateo fiel, porque asumo valores morales de las tres grandes religiones, sobre todo la judeocristiana». En plena Cuaresma, Comte-Sponville lamenta que en esta sociedad se hable más del Ramadán y muchos cristianos se pasen al budismo... «El islam no será un problema si se integra en la sociedad laica y respeta la separación entre Iglesia y Estado. En cuanto al budismo, me merece mucho respeto. Para un ateo como yo puede resultar atractivo porque no hay Dios, pero no me voy a afeitar la cabeza ni ponerme hábito azafrán... Es mejor profundizar en el surco de la civilización que define Occidente: la judeocristiana». Una tradición que Francia y Bélgica no quisieron incorporar a la Constitución. Comte-Sponville lo ve como una forma «estrecha» de laicidad: «El origen cristiano de Europa es una evidencia histórica. Si Europa ignora sus raíces cristianas dejará de ser una civilización para ser solo un mercado».

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