Desguace madrileño

La TV satelital y tal y tal y tal está llena de programas de mecánicos excéntricos que cogen un coche antiguo, se lo llevan a su taller, lo tunean… y aparecen con una máquina absurda destinada a subasta de nuevos ricos. Es lo que ha pasado con Madrid, donde el mecánico excéntrico se llama Gallardón, que empezó cambiando la plaza de la Villa por la de Cibeles y ha terminado con el desguace y tuneo completo de la ciudad. Mi amigo Pepe Campos, que es profesor de cultura española en Kaohsiung, Taiwán, donde sigue la temporada taurina por los blogs, está anonadado por la similitud del nuevo urbanismo madrileño con el nuevo urbanismo que la riada china impone en Taiwán, con sus Siza y sus Foster de Todo a Cien, igual de ocurrentes a la hora de vender la conceptualidad por metro cuadrado, pero infinitamente más económicos. Pepe habla a sus alumnos universitarios del latido de la vida madrileña ultravanguardista de Gallardón («bicis en las aceras, orines por doquier, diseños Siza -escalones mirador, bloquepiedraasientos, marquesinas afosteradas, suelo cementera, futura barandilla...-, plazas transformadas en solares, calles peatonales agamberradas, oruga ajorobada a la Puerta del Sol…»), y el único aliciente que los muchachos encuentran para acercarse a Madrid son… los toros, para berrinche de Alicia Moreno, a la que se ve más tranquila con la guerra de Libia que con la de Iraq, y no es para menos, dado que en Libia estamos para liberar al pueblo, mientras que a Iraq fuimos sólo para robar petróleo. Por lo demás, somos una ciudad de paz. No sé si se habrán fijado ustedes, pero igual que los chinos tienen un plato que se llama «Hormigas suben al árbol», Madrid ha desarrollado el programa municipal «Bicicletas amarradas al árbol», y no hay arbolito en la capital sin bicicleta amarrada, lo cual no es nada bueno para la salud del árbol, pero, a cambio, le damos al satélite de Google una imagen de mucho pacifismo municipal.