El piano de Mou

Mourinho no es un tipo que se ande con rodeos. Ya lo avisó su mano derecha, Rui Faria, al llegar a Madrid:

—¿Ha visto alguna vez a algún pianista correr alrededor del piano antes de empezar a tocar? En nuestra metodología tampoco damos vueltas alrededor del campo.

Fútbol directo, sin tiki-takas. Eso es para el Barcelona, equipo diseñado para jugar contra diez, pues así como el número «10» es la forma de todas las buenas cosas, el número «11» es la esencia de todo lo imperfecto. Las expulsiones injustificables de Motta en el Inter y de Van Persie en el Arsenal apuntan a la evidencia de que, allá donde no llegue el juego interior de Xavi e Iniesta, llegará el de Villar y Platini, el gordo que juzgó indecente el precio de Ronaldo, pero no el de Chygrynskiy. Estos detalles banalizan el trabajo del filósofo de Sampedor, ídolo del rico Roures, del editor Herralde y del estadista Zapatero, que ven el fútbol como los sacamuelas de La Sexta.

Mientras tanto, «Sport Illustrated» (nada que ver con el boletín culé) ensalza a Mourinho como el mejor técnico del deporte, a la altura de Phil Jackson o Bill Belichick, lo que unido al apoyo explícito de Florentino Pérez tiene a los miembros del Club Diógenes de Enemigos de Mourinho rabiosillos como la niña del exorcista. Ellos querrían un pianista bizcochón, a lo Pablo Sebastian en «Cine de Barrio», o como el del karaoke para divorciados del «Toni 2», pero Mou no les da bolilla, y han sacado a Makelele diciendo que Mou fue bueno con él hasta que se volvió cruel, es decir, hasta que lo mandó al banquillo, argumento que nos llevaría a considerar a Del Bosque como a un marqués de Sade, si miramos lo que en su día hizo con Casillas.