ESE mexicano universal que es José Luis Cuevas tiene —tenía, al menos— la primorosa coquetería de hacerse retratar diariamente para desendemoniar nomás el paso del tiempo. Un día lo operaron de próstata, y pasó por la TV callado como un tuso. ¿Y eso por qué?, le preguntábamos luego:
—Pues porque no quería que mi próstata anduviera en boca de todo el mundo.
Ahora, en España, a los tertulianos del régimen no se les cae de los labios la próstata de Rubalcaba, Cromwell de Solares y Lord Protector del Cielo desde la guerra de los controladores que diera inicio a la guerra de sucesión socialista.
Por la Wikipedia, sustituto del cine como libro de los que no leen libros, sabemos que «próstata» viene del griego «prostate», que significa «protector», «guardián», «el que está primero». Y recuerdo un artículo de Bergamín sobre las ironías de la Historia convidando al lector al asombro porque una piedra en la próstata de Cromwell cambió la historia de Inglaterra.
El viejo González, Gonzalón, no ha leído a Bergamín, pero, como sea que le cabe la Historia en la cabeza, ha aprovechado un pasatiempo en Cádiz para denunciar un complot nacional en las noticias sobre la próstata de Rubalcaba, y uno de sus pajes llegó a declarar que la publicación del historial médico del superministro «desacredita al sistema democrático», cosa que no se dijo ni en democracias tan precarias como la de los Estados Unidos cuando los pólipos de Reagan o de Bush el malo. Si uno estuviera en Cádiz, y más en estas fechas, diría que, puestos a desacreditar al sistema democrático, lo suyo no es un historial médico, que ése podemos compartirlo todos, sino el historial político de Rubalcaba.
Está visto que el viejo Gonzalón, en todo lo que no sea ya hacer zarcillos de bisutería en la cocina de Chirino, exagera. Los «saboteurs» y los «vaudevillistas» no se mueven hoy agitando una próstata, sino «tuiteando» el «Pásalo». Al contrario. Un historial médico delicado granjea adhesiones incluso en caso tan extremos como el del carnicero Chaos, cuya papela médica llevó a Rubalcaba a proclamar la preciosa doctrina de los «motivos humanitarios» del Estado.
—A diferencia de los terroristas, a nosotros sí nos importa la vida.
Ni Gracián mejora esa frase.
Pero que venga Gracián a apagar un incendio en Twiter o en Facebook. Las movidas de Ben Ali, Mubarak y Gadafi engrandecen la sagacidad de tipos como Abdul-Hamid, el ex sultán de Turquía citado graciosamente por Camba porque se había opuesto a la instalación del teléfono en Constantinopla por temor a que los revolucionarios lo utilizasen para conspirar contra él.
¡Ah, la vieja raposa de la Historia!