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Vivir y morir entre chivatos y asesinos

El jefe del último comando etarra detenido compartía escapadas en bicicleta con un familiar de Puelles. No le importó matarlo

TELEPRESS

ITZIAR REYERO

En casa de los Puelles esta semana ha amanecido más temprano que de constumbre. El martes, el teléfono de Josu Puelles sonó a las 6.30. «Una llamada de mi hermana Aran me despertó, como hace veinte meses lo hizo mi madre para decirme que había explotado una bomba en el párking donde Edu solía dejar su vehículo». El hermano del subinspector de Policía asesinado el 19 de junio de 2009 en Arrigorriaga (Vizcaya) estaba seguro de que, tarde o temprano, cogerían a los asesinos. De hecho, ese era el trabajo de Edu, desenmascarar a los terroristas. Lo mismo que logró el martes la Guardia Civil, que ha asestado a ETA uno de los golpes más importantes con la desarticulación del comando «Otazua» en Vizcaya.

«Esta es la historia de un arresto anunciado», señala Josu al teléfono. Su voz trasluce serenidad. De la emoción inicial —«descorchemos champán, brindemos, hoy todos somos un poco más libres», dejó escrito el lunes en su blog—, ha pasado a la cautela debida. «Estamos contentos, pero sabemos que todavía hay que esperar al proceso judicial. Entonces, cuando sean juzgados y cumplan sus penas íntegramente, ya lo celebraremos», señala Josu a ABC.

Compañero de ruta ciclista

Lo cierto es que para los Puelles el vaivén de las emociones no cesará hasta que los asesinos paguen en la cárcel la ausencia de Edu. A medida que pasan los días, la investigación policial arroja nuevos datos sobre la vida de los victimarios. Ayer la familia recibió un último mazazo: «Una prima nuestra nos llamó para decirnos que el jefe del comando, Daniel Pastor , solía a andar en bicicleta con su marido. Son vecinos de toda la vida. Está desolada», afirma Josu. Se da la circunstancia de que Pastor, el mismo que ha intentado autolesionarse en los últimos días y que guardaba en su poder 200 kilos de explosivos y diverso material para fabricar bombas, vivía también a escasos 50 metros de donde acostumbraba a aparcar su coche el escolta Gabriel Giner . Los terroristas, presumiblemente integrantes del mismo comando, le colocaron una bomba lapa en el coche oficial en diciembre de 2007, aunque ésta no llegó a estallar.

Nada más conocer su detención, Paqui Hernández, viuda de Puelles, quiso verles las caras a los asesinos. También a sus familiares que un día después salieron como acostumbran a denunciar «torturas». Aunque Paqui dice no conocerles de «nada», sabe que algún vecino tuvo que pasarles información sobre la matrícula de su marido. «Han sido muy hábiles porque ni siquiera estaban fichados por la Policía, pero ahora espero que se les haga de noche en la cárcel. Son alimañas. A mi marido lo condenaron a muerte sin ningún juicio, ahora me aseguraré yo de que cumplan».

La familia, que se plantea personarse como acusación particular, espera ahora poder vivir «con más dignidad» sabiendo que los asesinos de Edu estarán por fin entre rejas. «La herida no se cura, pero ayudará a cerrarla un poquito», confía Paqui, quien reconoce haber pasado «días muy malos» reviviendo el atentado.

Mensaje a EA y Aralar

Con la desarticulación del comando, Josu Puelles cree que «cada día que pasa hay más razones para negar la legalidad a Batasuna» y a quienes justifican a ETA. Y apunta directamente a Aralar y EA, que exigieron al Gobierno que no haya más detenciones y amenazaron con «no quedarse de brazos cruzados» si eso sucede. «El riesgo de esta democracia son estos enajenados mentales que lo único que hacen es dar aliento a quienes ejercen la violencia. Por su culpa estamos hoy un peldaño más lejos del fin de ETA».

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