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Columnas / FUERA DE MICRÓFONO

El chico de la maleta

En algún sitio nos pedirán cuentas por contemplarcómo arde el mundo desdeel banco de un parque

Día 28/02/2011

CÓMO tomarlos en serio. Cómo respetar a los mandatarios que representan mi mundo. Cómo no imaginar sus caras mientras se reúnen en la mesa del Consejo de Seguridad. Cómo no escandalizarme al reparar en que la misma ONU que le ha puesto una silla a Gadafi en la Comisión de Derechos Humanos —he escrito bien, no deliro, no he bebido, no estoy loco: en la misma comisión de Derechos Humanos—es la misma que denuncia a Gadafi por crímenes de guerra. No vale decir que se equivocan los dignatarios y burócratas de Naciones Unidas, y tampoco que no es nuestro problema. Las culpas son tan anchas, los remordimientos tan exactos, que nadie puede tirar la primera piedra. Unos porque han engordado a Gadafi y lo rehabilitaron justo el día y a la hora que quiso. Otros porque al llenar los depósitos de gasolina nunca nos preguntamos lo más elemental: Y esto, ¿de dónde viene? Por cierto, bellísimo el caballo que Gadafi le regaló a Aznar. Por cierto, hermosa foto la del beduino invitado a la mesa del G8 por Obama.

El hombre tranquilo del siglo XXI es un ser perplejo que arde por dentro mientras pasea por un parque y contempla el vuelo de las palomas. Lleva en sus manos el periódico y, tras echar un vistazo a la portada y confirmar que habla de Gadafi, decide buscar las páginas de deporte para sentir su particular ración de tristeza porque el Madrid no puede con el Barça. La modernidad ha inventado nuevas formas de melancolía que tranquilizan nuestras conciencias. El ritmo de nuestras vidas hace imposible encontrar tiempo para preguntarnos qué está pasando. Hace falta valentía para preguntarse las cosas más sencillas. Las grandes interpelaciones son frecuentes y rituales, pero las más elementales desnudan nuestra mirada y escandalizan la memoria. Creo que sólo los poetas tienen ese valor. Pero, ¿quién lee poesía ahora? No soy libio, pero podría serlo. En la portada de ayer de ABC un joven miedoso huye mientras soporta el peso de una maleta en sus riñones. A su derecha una cola inmensa de hombres, mujeres y niños que esperan que alguien se ocupe de ellos. Esa fotografía, me digo, ya la he visto en los libros de Historia. He tenido que volver a mirar la fecha del periódico y confirmar que estamos terminando el segundo mes del año 2011 y que Obama acaba de pedir a Gadafi que deje el poder. Dios mío, pienso, creía que sólo Zapatero era capaz de disparatar con tanta certeza confundiendo la realidad con los deseos. En algún sitio nos pedirán cuentas por contemplar cómo arde el mundo desde el banco de un parque. Lo he visto en la mirada de ese muchacho que huye con su maleta a cuestas. Y he recordado que en 1962 Bob Dylan lo dijo en una inmensa canción que nunca se hace vieja: A hard rain's a-gonna fall, será atroz la lluvia que ha de caer.

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