Segunda lectura
Academia alemana
Las cosas se complican y mucho para las economías periféricas. Casi 200 profesores alemanes han firmado un artículo colectivo en el «Frankfurter Allgemeine Zeitung» oponiéndose a la operación de rescate porque crearía un grave precedente, debilitaría estructuralmente el euro y supondría mayores tipos de interés permanentes en los países centrales. No quieren ni oír hablar de eurobonos, ni de ampliar o flexibilizar el Fondo de Estabilidad Financiera y proponen en cambio establecer un mecanismo ordenado de suspensión de pagos y la restructuración de la deuda para los países que han vivido por encima de sus posibilidades. Su opinión es todavía minoritaria en círculos oficiales, pero no deberíamos despreciar su fuerza en la actual coyuntura política germana con la canciller Merkel perdiendo elecciones a pesar de sus excelentes resultados económicos. El debate europeo asume como un acto de fe que al final Alemania pagará siempre la factura, pero las cosas también están cambiando en ese país y los líderes europeos deberían tomar buena nota. La Unión Monetaria supuso un gran salto adelante en la integración europea, pero pospuso deliberadamente las decisiones difíciles: la cesión de soberanía fiscal y el modelo económico y social. La historia nos pasa factura y nos obliga a definirlos en plena crisis. Los problemas de la deuda soberana europea están lejos de haber terminado, pese al reciente optimismo de los mercados y de algunos gobiernos.
Vender coches
Cambiar el modelo de comercialización de coches cuando las ventas se desploman no parece muy sensato. La necesidad de dotar de algún contenido a ese engendro de la ley de Economía Sostenible, uno de los grandes e inexplicables fracasos de esta segunda legislatura, llevó a introducir de rondón un cambio radical en las relaciones entre concesionarios y fabricantes de automóviles que tiene al sector convulsionado. Un cambio más inexplicable aún cuando el Gobierno estaba en paralelo discutiendo con ellos un proyecto de ley de contratos de distribución. Las prisas y el márketing político le han vuelto a pasar factura a un Ejecutivo enfermo de voracidad legislativa como única estrategia para hacerse perdonar su pasividad inicial y en el que la coordinación ministerial sigue siendo una signatura pendiente. Cada uno hace la guerra por su cuenta pero todos se olvidan de una premisa básica: la intervención gubernamental en un sector económico solo está justificada si hay manifiestos problemas de competencia. Si el Gobierno cree que los fabricantes abusan de su posición de dominio que los denuncie ante la Comisión Nacional de Competencia y solo luego que legisle si hace falta. ¿Se acuerdan de aquella promesa de elevar la calidad de las políticas públicas?
Marcas blancas
La caída de la renta disponible de los españoles está provocando cambios profundos en los hábitos de consumo y de distribución. Muchas empresas están adaptando sus señas de identidad a las nuevas características de los consumidores, mucho más sensibles al precio que en la década anterior. Que El Corte Inglés apueste por una marca blanca en perfumería, siguiendo los pasos de Mercadona que se había apuntado un gran éxito hace unos años, no es un tema menor. Una empresa mítica, líder indiscutible en distribución en España, se dispone a hacer ajustes en su posicionamiento estratégico y con ello refleja que la crisis producirá cambios estructurales, que los consumidores ya no se comportarán como antes. Es una buena señal de los cambios que vendrán; si inmobiliarias y cajas hubieran hecho lo propio hace años nos hubiéramos evitado muchos problemas.
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