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Chapapote para la economía y el bolsillo

El incremento desbocado del precio del petróleo pone en peligro los frágiles pilares de la recuperación económica

REUTERS

LUIS M. ONTOSO

Seguramente, durante los últimos días usted habrá oído, leído o padecido la siguiente frase, en varias ocasiones: «El petróleo está caro». En un primer momento, la afirmación no ofrece controversia. Las revueltas en el norte de África, que amenazan con extenderse hacia otros países de la región, han disparado el precio del crudo. El barril de Brent —de referencia en Europa— ha llegado a encarecerse un 12% desde que se recrudecieron los enfrentamientos en Libia.

Las alarmas llevan sonando desde mediados del año pasado, cuando se observó una prolongada y consistente tendencia al alza debido a la demanda de los países emergentes. Pero fue el jueves cuando cundió el pánico: el barril rozó los 120 dólares. El mercado temía lo peor. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) había advertido de que mantener el importe por encima de los 100 dólares era el ingrediente perfecto, en el actual contexto de frágil evolución económica, para encaminarse a una crisis similar, por sus efectos, a la de 2008, año cero de la ya bautizada como «Gran Recesión». Un segundo tropiezo para una economía que no logra recuperar el equilibrio.

El viernes, el Brent registró un leve descenso que no ha disipado las dudas. ¿Por qué? La crisis de Libia es solo la punta del iceberg. La incertidumbre ante la posibilidad de que Arabia Saudí y el resto de países del golfo Pérsico se contagien impone un lastre insalvable para la recuperación de los precios. Si no se logra poner fin a la escalada, sus consecuencias se pueden propagar por todos los sectores económicos, por no hablar de sus efectos sobre las facturas de suministro de cualquier tipo de energía, hipotecas e, incluso, carritos de la compra. Amén de las inesperadas y pintorescas propuestas gubernamentales para promover el ahorro energético.

Rebrote de la crisis. En una Eurozona caracterizada por la recuperación a dos velocidades, el mercado de los hidrocarburos abriría una brecha mayor, dejando aún más rezagados a aquellos que se encuentra en el vagón de cola (España, Portugal, Irlanda, Grecia...). La prueba de fuego llegará si el BCE decide subir los tipos de interés para contener el incremento de los precios. Un informe de Ernst & Young prevé que si el importe del barril se mantiene de forma continuada en los 120 dólares, el impacto sobre la inflación sería del 1,5% en 2011 y del 1% en 2012, de modo que el indicador se elevaría al 3% para el conjunto de los estados con la moneda única. Si los hidrocarburos siguen por encima del listón de los 100 dólares —un escenario probable e, incluso, optimista a corto plazo— el PIB se contraería un 0,1% durante este año y un 0,2%, en el próximo.

Alimentos e hipotecas. La inflación y el coste creciente de la producción y el transporte de las materias primas dispararía, al mismo tiempo, la cesta de los llamados bienes básicos. Esta situación abriría la puerta a lo que lo que se considera una amenaza más indeseada y peligrosa: los efectos de segunda vuelta. «Si las empresas entienden que el “shock” del petróleo implica mayores costes estructurales, subirán los precios de los bienes, lo que llevará a los trabajadores a exigir mayores salarios y podría dar lugar a una espiral inflacionista, como la de los años 70», destaca Federico Steinberg, investigador de economía del Real Instituto Elcano. La subida del precio del dinero traería aparejado un aumento en la referencia hipotecaria, el Euribor, que ya ha comenzado a dar signos de reanimación.

Recibo de la luz. La incidencia del crudo es un factor reducido en el encarecimiento de la electricidad, que utiliza gas —cuyo coste sí está asociado al petróleo— para generar una parte de la energía que, posteriormente, se vende al mercado mayorista (un 50% de la factura final). El resto de la electricidad que consumen los hogares se produce mediante un variado abanico de tecnologías, entre las que se encuentran las renovables y el carbón.

Aerolíneas . Este sector, en el que los combustibles suponen el 27% de sus costes operacionales, contempla con nerviosismo los movimientos en el mercado energético. Y, como muestra, las recientes previsiones de IAG, la fusionada de Iberia y British Airways, que anticipan un incremento del 30,7% en su factura del combustible si los precios del crudo siguen el mismo recorrido trazado en las últimas semanas. Los gastos totales ascenderán, de ese modo, hasta los 5.100 millones de euros. Será el consumidor, en última instancia, el que acarree las consecuencias. En concreto, ha supuesto un incremento medio de 10 euros en los billetes de los vuelos de largo recorrido.

Transporte. En una reciente reunión, el Ministerio de Fomento logró pacificar a los sindicatos de los transportistas que, asfixiados por la fuerte subida del precio del gasóleo —1,247 euros, el litro, un 24% más caro que hace un año—, amenazan con volver a paralizar las carreteras del país, como en 2008.

Deuda pública. El deterioro del entorno geopolítico pone el dedo en la llaga de los mercados de valores, cuya prima de riesgo ha vuelto a incrementarse. La deuda española se ha encarecido en 20 puntos básicos, tras la caída de más de 100 puntos con respecto a los máximos de finales de 2010, según destaca Analistas Financieros Internacionales (AFI).

Objeto de especulación . Lo más llamativo es que, en realidad, como señala Mariano Marzo, profesor de la universidad de Barcelona, «el petróleo es un producto barato». En sus valores máximos, un litro de crudo —teniendo en cuenta que el barril consta de 159 litros— «cuesta algo menos que la misma cantidad de un refresco y es un 40% más barato que la leche». Sin embargo, como demostró la crisis de 2008, se trata, también de un suculento valor de inversión. La AIE calcula que se han dejado de producir entre 500.000 y 750.000 barriles diarios, una cantidad reducida frente a las reservas totales (Rusia y Arabia Saudí son capaces de generar 10,2 y 9,6 millones de barriles, respectivamente). Es decir, no se observan indicios de que haya una crisis de suministro. Tras la cacería, el rastro conduce a los especuladores. «En la medida en que siga aumentando la demanda, los precios se elevarán. Pero los 100 dólares por barril marcan, actualmente, el límite de lo que estaría justificado por la estructura de costes. Por encima, se puede atribuir a un componente de especulación o restricción de oferta», aseveraba Luis Cabra, director ejecutivo de desarrollo de Repsol.

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