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Abuelos cebolleta

Tejero y Armada reaparecen esta semana, al cumplirse los treinta años del 23-F, como los abuelos cebolleta de aquel golpe de Estado

Día 20/02/2011 - 02.58h

Tejero y Armada reaparecen esta semana, al cumplirse los treinta años del 23-F, como los abuelos cebolleta de aquel golpe de Estado, dispuestos a contar, por aquí por allá, a todos quienes quieran escucharles su visión parcial de la tremenda batallita que mantuvieron contra la democracia y entre ellos mismos aquella noche aciaga y, pese al paso de los años, ambos aún recuerdan a los personajes con los que desempeñaron los principales papeles de villanos de la irrepetible tragicomedia: Armada, todo un elegante octogenario, insiste desde su lujoso pazo gallego en proclamar su amor a España; Tejero, tan a la pata la llana como entonces, se hace fotos en el metro como un madrileño más para añorar la tarde en la que recorrió la capital rumbo al Congreso en coche oficial seguido de varios autobuses rebosantes de guardias civiles armados.

Aún hoy se hace evidente al contemplar sus imágenes la suerte que tuvimos por el desacuerdo entre el ambicioso aristócrata que quiso ser presidente del Gobierno pactando con la izquierda y saltando por encima de la Constitución y el indómito guardia civil que solo pretendía acabar a tiros con todo rojo que se le pusiera por delante. La conversación grabada entre ambos cuando Armada se presenta en el Congreso para imponer su solución política y Tejero comprende el engaño de que ha sido objeto para aprovecharse de temeridad constituye el momento decisivo de un drama ya casi olvidado por los españoles, no sé si para bien o para mal.

Me temo lo peor de las películas y miniseries de televisión con las que nos van a bombardear en estos días; por los anuncios que nos ponen, tiene pinta de que esa mayoría de españoles que por su edad no tienen recuerdo de lo que ocurrió y por su educación escasa información sobre el tema acabarán creyendo que lo que pasó el 23-F de hace treinta años fue la chusca sobreactuación de un loco con uniforme verde, bigote y pistola y el complot de un pequeño grupo de generales nostálgicos del franquismo que se diluyó en pocas horas. No fue así. Se trató de un golpe de Estado en toda regla del que, por suerte, se salvó la democracia e incluso se afianzó de tal manera que hoy Tejero y Armada solo son dos abuelos cebolleta que nos cuentan sus batallitas sin conseguir otra cosa que darnos pena.

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