España se despeña hasta el puesto 42 en el ranking de competitividad
Un informe del Foro Económico Mundial nos sitúa por detrás de Omán, Polonia o Chipre
MADRID
Si la competitividad es el objetivo, España cada vez tiene más desviado el punto de mira. Nunca fuimos precisamente los primeros de la clase en la materia, pero tampoco parece que consigamos progresar adecuadamente. Según recoge el «Informe Global de Competitividad 2010-2011», elaborado por el Foro Económico Mundial recientemente celebrado en Davos, nuestro país alcanzó el año pasado el nada privilegiado puesto 42 en el ranking mundial de competitividad, nueve peldaños por debajo de la posición que ocupábamos en 2009.
Una caída libre contra el suelo adoquinado y repleto de esquirlas de la gran reforma aún pendiente de la economía española, que hoy por hoy es menos productiva que la de Malasia (puesto 26), Estonia (33), Omán (34), Polonia (39), Chipre (40) y Puerto Rico (41), y se sitúa justo por delante de Barbados (43) e Indonesia (44).
España se maneja en el pelotón de los torpes de la eurozona, aunque todavía más descolgados quedan Eslovenia (45), Portugal (46), Lituania (47), Italia (48) y Malta (50). La Cenicienta de la eficacia en la zona euro es Grecia, que ocupa el puesto 83.
El estudio escoge una docena de pilares que determinan la competitividad de una economía, y es demoledor al analizar las causas del desmoronamiento estadístico de España. Sin dejar de reconocer el efecto que haya podido provocar la inestabilidad en los mercados financieros, el informe remarca que el gran lastre para recuperar el pulso de nuestra depauperada competitividad es la nula flexibilidad de su mercado laboral, variante en la que nos despeñamos hasta el puesto 115 de un total de 139 países.
«España sale muy mal parada, porque nuestro mercado laboral es de los más rígidos del mundo, aunque no hay estadística más definitiva para certificar que no funciona razonablemente bien que nuestro diferencial de tasa de desempleo», concluye Gregorio Izquierdo, director del Servicio de Estudios del IEE, el organismo que ayer se hizo eco del informe.
Por lo demás, bien
Al menos, queda el consuelo de que nos sobran capacidades para enmendar la tendencia. El estudio reconoce que tenemos una posición razonable en materia de adaptación tecnológica (puesto 30), unas infraestructuras de primer orden (posición 14) y un nivel educativo aceptable (31), virtudes que se empequeñecen ante un mercado laboral de una rigidez especialmente desconcertante atendiendo a nuestras cifras de paro.
«El problema es que pese a la potencialidad de factores productivos, de capital humano, de infraestructuras, al final no somos capaces de generar prosperidad porque las regulaciones, que son mucho más fáciles de hacer que las grandes obras o la formación de personas, distorsionan el funcionamiento normal de la actividad empresarial», concreta Izquierdo.
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