Zapatero tiene una opinión clara sobre Alberto Contador pero no la tiene sobre Sortu. Se ha pronunciado a favor de la inocencia del ciclista antes de que decida el órgano pertinente, la Federación Española de Ciclismo. Pero no se ha pronunciado sobre la naturaleza de Sortu y nos ha remitido a la decisión de los jueces.
Lo que resulta llamativo, no sólo por la trascendencia política del caso Sortu, incomparable a la de Contador, sino, sobre todo, por la diferente responsabilidad de Zapatero en cada asunto. Nula respecto a Contador, pues no es el Gobierno el responsable de hacer los informes técnicos sobre su posible dopaje. Pero máxima respecto a Sortu pues son los informes policiales sobre la nueva marca de Batasuna los que determinarán la decisión de los jueces.
Aun en el supuesto de que los jueces consideraran impecables los estatutos, la prueba fundamental para conocer la auténtica vinculación de la nueva marca con ETA estará, está, en los informes. Y, a estas alturas, esos informes ya están realizados en lo sustancial y el presidente los conoce. El presidente conoce que Batasuna, es decir, Sortu, no se ha separado de ETA, a pesar del debate interno en la banda terrorista y, por el momento, no tiene intención alguna de hacerlo. Y cuesta entender que, sabiendo eso, sus únicas opiniones respecto a la cuestión se hayan referido a su alegría por los pasos dados por la banda terrorista. O el estamos mejor que ayer y peor que mañana de Rubalcaba.
De ahí el escepticismo respecto a las verdaderas intenciones del Gobierno. Que parece no estar muy seguro de lo que quiere hacer, si rendirse a la evidencia de la continuidad en la unidad de la banda o si apostar por la esperanza de que el debate interno de lugar a la separación en un futuro cercano. En cambio, el Gobierno se parte la cara por Contador. A eso se le llama liderazgo.