Nixon vuelve a dar la nota en China
El Met de Nueva York recrea el histórico viaje presidencial a través de la ópera de John Adams
Se levanta el telón. El escenario está lleno de chinos con cuello Mao que cantan a pleno pulmón una briosa apertura cuya línea esencial viene a decir «ahora el pueblo es el héroe». Pero no estamos en mitad de la Larga Marcha sino haciendo tiempo en el aeropuerto de Pekín, sobre el que empieza a descender majestuosamente el Air Force One. Aparecen en lo alto de la escalerilla Richard Nixon y su mujer, Pat, seguidos por Henry Kissinger. No es historia ni es una película, sino pura y dura ópera. La ópera compuesta a lo largo de los años 80 por el compositor norteamericano John Adams a instancias del director Peter Sellars, que fue quien les embarcó, a él y a la entonces poeta (y actualmente pastora anglicana) Alice Goodman, autora del libreto. «Nixon en China» se estrenó en 1987 en la Gran Ópera de Houston y posteriormente en la Brooklyn Academy of Music, pero nunca hasta ahora se había montado en la Metropolitan Opera, el Met de Nueva York. Tal estreno tendrá por fin lugar este mes de febrero, cuando la relación entre Washington y Pekín vuelve a ser una patata caliente de rabiosa actualidad.
¿Augurará eso a «Nixon en China» mejores críticas que las que recibió la primera vez que vio la luz? Cómo olvidar la frase que ante la primera retransmisión televisiva de la ópera pronunció el crítico Marvin Kitman: «“Nixon en China” sólo tiene tres cosas malas: una, el libreto, dos, la música, tres, la dirección. Todo lo demás está perfecto».
¿Sucumbió Marvin Kitman al típico shock de la primera vez que uno ve lo que ha dado en llamarse «una ópera de la CNN»? Ciertamente lleva un poco de tiempo habituarse a ver en clave operística temas y personajes contemporáneos. Tan contemporáneos que algunos están hasta vivos: Henry Kissinger suele dejarse ver en los mejores estrenos del Met junto a su segunda esposa, Nancy. ¿Podemos aspirar a verle esta vez lo mismo en la platea que en el escenario, esquizofrénicamente desdoblándose entre público y personaje?
Aunque no es imposible, tampoco parece probable. Y es que en «Nixon en China» Kissinger aparece como un malvado absoluto, casi sin matices. Se concentran en él todos los pecados de la política exterior americana y de la presidencia de Nixon, quien tuvo que dimitir ignominiosamente, acorralado por el caso Watergate, apenas dos años después.
Kissinger, como un villano
Sobre todo las introduce en las partes cantadas por la esposa del presidente. Si Kissinger queda como un villano y un golfo (le vemos seducir a una china comunista y subir al avión de vuelta con la bragueta literalmente en la mano), Pat Nixon es toda bondad. Su figura encarna las virtudes americanas del idealismo y de la compasión y viene a hacer de ángel en el hombro derecho del presidente, mientras Kissinger sería el diablo encaramado al hombro izquierdo. Aunque quizás el mayor éxito de «Nixon en China» sea el paso del tiempo, que en este caso actúa como una cuarta pared o como una segunda orquesta. De los ochenta hasta ahora ha llovido lo suficiente como para que la visión de estos temas sea menos radical y vibrante y contenga más humor.
El ensayo general de la obra en el Met congregó a ilustres supervivientes de aquel momento histórico. Empezando por el barítono James Maddalena, que viene encarnando a Nixon desde la primera representación, y siguiendo por un par de docenas de antiguos oficiales gubernamentales y periodistas que viajaron a China con el presidente en 1972. Entre ellos figuraba Helen Thomas, decana del cuerpo de prensa de la Casa Blanca hasta hace bien poco. Hace unos meses que tuvo que dimitir tras airearse unos comentarios suyos en los que instaba a los judíos a salir de Palestina y emigrar a Alemania o a Polonia. Un apunte antiisraelí que no era el primero de Thomas, americana de ascendencia libanesa, pero sí fue el que colmó el vaso. Y la apartó del lugar de privilegio que ocupaba en la primera sala de prensa del mundo.
Su visita este lunes al Met fue una apasionada excursión a sus viejos tiempos dorados. Helen Thomas recordó para nosotros lo grande de haber hecho aquel viaje a China con Nixon: «Todos los reporteros de Washington querían ir, aquello era una mina de oro; nadie sabía nada de los chinos, ni de qué comían ni cómo vestían, eso lo sabían los diplomáticos o la CIA, pero no el americano ordinario, con lo cual todo era novedad, todo era noticia». Seguro.
Thomas aún considera aquel viaje un «gran éxito» de Nixon: «Los de Taiwán no estaban contentos con el viaje, los de Japón tampoco, pero a los americanos nos gusta ir y hacer la paz». ¿Como ella misma cuando habla de Israel y del mundo árabe? Cuando le preguntamos por la situación en Egipto, Thomas se muestra «encantada» y además convencida de que Hosni Mubarak «se tiene que ir cuanto antes». ¿Debe Obama forzarle a hacerlo? «No tan abiertamente, pero seguro que entre bambalinas ya le está empujando», nos asegura. ¿Resultado? «Que por fin llegarán la democracia y la libertad a Oriente Medio y el norte de África». Si ella lo dice, quizás es cuestión de tiempo que nos convoquen a otra gran ópera: «Obama en El Cairo».
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