Así son los «spiderman» que viven de la basura
Cada vez hay más personas que sobreviven con los escasos 400 o 500 euros al mes que obtienen dela basura. Desempleados de la construcción españoles e inmigrantes se han sumado a estas prácticas

Son profesionales de la busca. Se recorren la ciudad palmo a palmo. Su objetivo son los contenedores de basura, los de papel-cartón y aquellos lugares en los que se pueda depositar muebles, electrodomésticos o cualquier cosa que contenga metal. Madrugan o trasnochan para adelantarse a la recogida que realizan los operarios municipales. Recogen lo que otros tiran para venderlo después a empresas de reciclaje de la región.
Cada vez son más, al calor de la profunda crisis económica que estamos padeciendo. Por ello, la competencia es cada vez mayor y aunque las ganancias son exiguas, con los frutos de lo que acumulan consiguen apenas lo justito «pa ir tirando», indica Manuel. Son inmigrantes del Este de Europa, incluidos gitanos rumanos y población española de etnia gitana. «Pero cada vez hay más payos como dicen los calés», explica, mientras aparca su destartalado vehículo en una enorme nave enclavada en el polígono industrial de Vicálvaro.
Entre ellos, muchos desempleados de la construcción españoles e inmigrantes. Aún no es mediodía y el trasiego es incesante. Furgonetas cargadas de lavadoras viejas, camas, aspiradoras, bicicletas, fregaderos... Además de en coches no falta quien acude al desangelado lugar llevando, arrastras, lo poco que ha obtenido en un carrito de la compra.
«¿Ilegal? No. Aquí no hay nada ilegal. Todo está en regla. Ejercemos una actividad muy concreta. Compramos lo que empresas y particulares desechan para que, a su vez, otros se encarguen de reutilizarlo. Esto se ha hecho toda la vida, con la diferencia de que ahora todo está regulado», indica el trabajador de una chatarrería que prefiere omitir su nombre.
Algunas firmas de reciclaje solo tienen clientes al «por mayor»: oficinas, negocios, industrias... Otras, en cambio, adquieren al «por menor» a ciudadanos de a pie. El problema principal es la venta de cobre robado en algunos establecimientos que son acechados por la Policía, que trata de poner coto a la proliferación a estas prácticas. «Apuntamos matrículas, DNI y demás porque la Policía nos pregunta por su procedencia. Solo compramos cantidades pequeñas fruto de reformas domésticas», asevera.
Niños en contenedores
Es el material más preciado por su elevado precio: 5,30 euros el kilo de cobre si es limpio y 3 si está sucio, es decir, si está mezclado con otros componentes. Su precio está a «años luz» de otros; la chatarra se paga a 20 o 25 céntimos y la chapa a entre 2,8 y 3 euros. Y nada que ver con los 8 o 9 céntimos de euros que pagan por el papel de periódico o revistas o los 2,5 céntimos del cartón.
Con todo, los «piratas» de la basura se las ingenian como pueden para sacar el mayor provecho a los desechos. En los contenedores de papel-cartón no es raro ver a niños introducirse en su interior por la abertura para facilitar la mercancía a sus familiares. Otras veces son adultos de pequeña complexión quienes, aprovechando este hecho, realizan esa tarea, poniendo en riesgo su vida.
«Las cosas están muy pero que muy mal. Nos cuesta mucho trabajo conseguir lo poco que obtenemos. Hay días que gastamos más en gasolina que otra cosa», indica Israel, de etnia gitana. «Ahora viene más gente que antes. ¡De algo tienen que vivir si no hay trabajo! Algunos pasan una o dos veces por semana con mil kilos de papel y obtienen entre 90 y 100 euros», explica el responsable de una empresa de Valdebernardo que dice que no aceptan menos de 300 kilogramos. «De lo contrario esto se llenaría de gente y no sale a cuenta».
Chatarra: 15 euros al día
En la nave aledaña, más de lo mismo. «Suelen llegar en furgonetas dos o tres personas con grandes cantidades de papel y luego se reparten los 40 o 50 euros que obtienen». «Saco 10 o 15 euros cada dos o tres días. No es mucho, pero, al menos, el papel me da para comer», indica Vasile.
Es el testimonio más repetido. «Al mes puedes conseguir entre 400 o 500 euros, depende. Muchas veces tengo que pedir ayuda a amigos o familiares porque no me llega ni para el alquiler», agrega Pedro. «Antes mandábamos dinero a nuestros familiares y ahora nos lo tienen que enviar ellos». «La media al día de los que se encargan de la chatarra a pequeña escala ronda los 15 euros», asevera Toñi, empleada en una de ellas en Vicálvaro. «Aquí viene el doble de público que hace un par de años. Entre 200 y 300 personas al día», asegura.
Francisco lleva 15 años en un pequeño local en Tetuán y asegura que ahora tienen menos material por el parón de la construcción, mientras que las ganancias de los vendedores han caído. «De unos 200 euros al día que podían obtener hace un par de años han pasado a 10 o 20 euros». Y eso que los precios se mantienen: se rigen por la cotización de los metales en bolsa. Y, en cuanto a los españoles que ahora se han sumado a estas prácticas para sobrevivir, agrega: «Al principio vienen con vergüenza, pero a ver qué van a hacer. Tienen que dar de comer a sus familias».
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