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La vida se le fue a Dariel en una coma

Eran 16,5 mg. de «quimio». Pero el oncólogo olvidó la coma. Un tribunal examina la muerte en Valencia de un niño de 24 meses

MIKEL PONCE

ROCÍO CARRIÓN

Aquel precioso pelo rubio y su cara de bebé tenían la culpa de que le confundieran a diario con una niña cuando su padre, mochila al pecho, se lo llevaba a hacer recados al banco o al supermercado.

Una noche, mientras Octavio —el padre— bañaba a Dariel, apareció un bulto duro y grande en el pequeño cuerpo del niño, que aún no había cumplido los dos años. Se lo comunicó a su mujer, Mari Cruz, y, sin esperar ni veinticuatro horas acudieron al Hospital La Fe de Valencia. Pese a no presentar otros síntomas, Octavio supo desde el principio que «se trataba de algo grave».

Tras numerosas pruebas, los médicos concluyeron que el pequeño Dariel presentaba un tumor de Wilms en el riñón, con metástasis pulmonar. El tumor de Wilms es la forma más común de cáncer de riñón en la infancia y su causa exacta se desconoce en la mayoría de los casos. Suele crecer en un solo riñón (enfermedad unilateral), aunque hay casos en los que la enfermedad puede afectar a ambos riñones (enfermedad bilateral). Avanza sin ser detectado hasta que alcanza un tamaño grande. No obstante, muchos de los casos se descubren antes de que pueda producirse metástasis hacia otras partes del organismo.

El 25 de julio, Dariel ingresa en la Unidad de Oncología Pediátrica del Hospital Universitario La Fe de Valencia y allí cumplió los dos años, el 30 de julio. Al día siguiente, comienza el tratamiento de quimioterapia previo a la operación del tumor. El ciclo era de seis dosis. La primera dosis le fue muy bien. «Él estaba contento. Además, como era muy inquieto, corría por todas partes y se escapaba a los ascensores», recuerda su madre, Mari Cruz.

Dado que respondía correctamente a la quimioterapia y se encontraba bien, los médicos decidieron darle el alta y seguir con el tratamiento de forma ambulatoria. «Un niño tan pequeño, siempre está mejor en casa que en el hospital», explica su padre, Octavio. Las cuatro siguientes dosis tampoco frenaron las ganas de «descubrir el mundo» que tenía el pequeño Dariel. Su madre recuerda que «no paraba e, incluso, comía mejor y engordó un poco».

La última cita

Pero la última cita resultó fatal. El 4 de septiembre de 2007, como en las visitas anteriores al Hospital de Día La Fe, Dariel llegó con sus padres para recibir la última dosis del ciclo terapéutico de quimioterapia. La intervención quirúrgica del pequeño estaba prevista para el 17 de septiembre de ese mismo año.

Pero esa última cita algo salió definitivamente mal. El oncólogo José María F. N. prescribió la dosis de quimioterapia que había que suministrar a Dariel de su puño y letra. Marcó una dosis de doxorrubicina de 165 miligramos, cuando lo correcto habría sido 16,5, con lo que se le administró una cantidad diez veces superior al peso y la edad del niño.

Cadena de «errores»

El oncólogo remitió una copia calcada de la hoja de prescripción para el servicio de farmacia, donde Juan Antonio C. M. debía verificar los datos del niño y ajustar la dosis. No obstante, y al «no exitir entonces un protocolo», validó la prescripción. La orden fue remitida electrónicamente al pabellón central, que elaboró la dosis indicada, ya que no constaban los datos del paciente ni la hoja de prescripción.

Tampoco el ATS responsable de su administración se percató de lo elevado de la dosis. «La bolsa de quimio que le dieron a Dariel era inmensa, anormal. Antes de conectársela, ya dije al personal de La Fe que me parecía rara. Estuvo desde las nueve de la mañana hasta la seis para que se la suministraran, mucho más tiempo que las otras veces», recuerdan Octavio y Mari Cruz.

Tras su administración, le dieron el alta y, en la misma puerta del hospital, vomitó por primera vez. «Luego, tuvimos que parar en una gasolinera y volvió a vomitar», comenta el padre. Entonces, Mari Cruz llamó al hospital, porque hasta entonces nunca había vomitado, tan solo había tenido un poco de fiebre tras una de las sesiones, pero respondió rápidamente con la administración de un antitérmico. «Me dijeron que lo que le pasaba era normal, que le diera Coca-Cola».

Tras una noche infernal «con fiebre, vómitos y gritos de dolor» —el pequeño aún no hablaba y no podía comunicar cómo se sentía— llevaron a Dariel a Urgencias de la Fe a las 9 de la mañana. Dos horas después, a las 10.45 entró en la UCI con insuficiencia respiratoria. «Vi a una doctora y le comuniqué mis sospechas de que la dosis había sido errónea», añade Mari Cruz.

A partir de ese momento comenzó «el caos», según dicen los padres. Comenzaron las carreras y el nerviosismo. «No sabían lo que le pasaba y tampoco pensaron en una sobredosis, pese a que mi mujer no hacía más que decirlo», interviene Octavio.

A las dos de la tarde tuvo la primera parada cardiaca y necesitó fibrilación ventricular, reanimación y desfibrilación en tres ocasiones. A las cuatro de la tarde, el pequeño cuerpo de Dariel no soportó una nueva parada cardiaca y falleció. «Vi salir a su oncólogo corriendo, pero nadie nos decía nada y mi mujer tuvo que correr detrás de él para alcanzarle», recuerda Octavio.

Tras el fallecimiento, «nos urgieron para que firmáramos la autopsia clínica. Nos dijeron que se hacían cargo de todos los gastos y del entierro, menos la misa». El estado de nerviosismo de Mari Cruz la llevó a firmar, pero Octavio se negó y presentó una denuncia en el Juzgado de Instrucción número 9 de Valencia, exigiendo una autopsia «particular» y reclamando «responsabilidades» a los médicos.

En el hospital, al día siguiente de la muerte de Dariel el oncólogo revisó la receta y descubrió su error, y preso del «nerviosismo» añadió una coma a la cifra de 165 miligramos para que apareciera 16,5, aunque finalmente acabó confesando lo ocurrido.

Comienza el juicio

El pasado viernes comenzó el juicio en Valencia contra el oncólogo pediátrico, José María F.N., y el farmacéutico del Hospital infantil de La Fe de Valencia, Juan Antonio C. M. El fiscal ha pedido para ellos un año y medio de prisión y una indemnización de 200.000 euros para los padres del niño, con responsabilidad civil subsidiaria de la Conselleria de Sanidad, por un delito de homicidio por imprudencia grave.

El primero en prestar declaración fue el oncólogo que trató al menor, quien reconoció lo ocurrido y que «fue un error» y que la corrección de la coma estuvo motivada por el «nerviosismo» de aquellos momentos. Por su parte, el otro especialista acusado, el responsable de comprobar la prescripción del fármaco realizada al menor fallecido, asegura que «fue un error y no lo vi». «No sé lo que pasó, pero no comprobé si era correcta la dosis con el paciente».

A Dariel se le se administró una dosis de 165 mg. pese a que en el informe del paciente constaba que las anteriores habían sido de 16,5 mg. Una «coma» fatídica para el pequeño, al que los médicos daban un 70 por ciento de posibilidades de supervivencia, según los informes facilitados por el Hospital la Fe a la Fiscalía, aunque según los padres, llegaron a asegurarles que con «un 90 por ciento de posibilidades», Dariel se pondría bien.

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