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Ser copto en España, una profesión de fe

De luto por las últimas matanzas en Egipto y en alerta por la amenaza islamista. Así vive en España el millar de coptos que habita entre nosotros

YOLANDA CARDO

VIRGINIA RÓDENAS

El muro virtual de Mina se desangra. Como el de Rami. Proclaman el sacrificio de los suyos, la sangre derramada en Alejandría durante la misa de Año Nuevo, cuando un atentado islamista acabó con la vida de 21 cristianos y dejó heridos a 97. Por eso desde la red social Facebook levantan cruces blancas y bajo la bandera «En Dios confiamos» usan internet como puente para salvar soledades e incertidumbres. Mina desde Madrid, donde se ocupa como ingeniero informático; Rami, farmacéutico, desde Lérida, en una de cuyas localidades, Cervera, se concentra el mayor número de coptos que vive en España. Tanto Mina como Rami tenían familiares y amigos en la iglesia alejandrina de los Dos Santos cuando se produjo el ataque del primer día del año. «Son nuestros mártires —me dice Mina—: han sacrificado su vida por su fe». Ellos son las penúltimas víctimas despedazadas de la batalla sin cuartel del yihaidismo global contra el cristianismo en el mundo.

Domingo 9, siete días después de la matanza. En la iglesia de Santa María de Cervera se celebra desde primera hora de la mañana una misa «diferente». Antonio Bonet, el párroco, del que Samir Farouk dice que es «muy buena persona», ha cedido con el beneplácito del obispo de Solsona, una capilla para que tenga lugar la liturgia copta para la que ha venido desde El Cairo, «no sin trabas por parte de la embajada de España en Egipto», el sacerdote Girgis Mikael. Lo envía el patriarca copto Shenouda III, líder espiritual de cerca de 65 millones de almas repartidas entre Egipto, Sudán, Etiopía y Eritrea, de las que 4 millones viven en la diáspora.

«Y cada vez serán más, el goteo no cesa porque la presión por parte de los musulmanes es asfixiante: los cristianos estamos marcados en Egipto hasta por el DNI y se nos impide incluso el trabajo», asegura Fourak, que salió de Alejandría hace 19 años para instalarse en Cataluña. Casado y padre de dos pequeños, Samuel y María, este egipcio de 42 años nacionalizado español, es un pequeño empresario del transporte que da trabajo a cinco empleados. «Nosotros —dice con énfasis— no queremos vivir de la ayuda pública como pretenden la mayoría de los musulmanes, sino trabajar duro, como aprendimos de nuestra familias, integrarnos con los españoles y sus costumbres y vivir en paz».

Para Samir Fourak, ser copto —que significa «egipcio»— representa la última frontera de Occidente en Oriente. Y lo dice desde Cervera, con un 22% de la población foránea, donde en octubre un pleno municipal rechazó promover una consulta popular para declarar el pueblo «libre de mezquitas», de las que ya tiene una en funcionamiento y otra en construcción. «En Cataluña hay muchos salafistas, como en el resto de España. ¿Por qué cerráis los ojos a lo que está pasando?», inquiere el egipcio. «No sabéis el peligro que corréis. Nosotros estábamos en Egipto mucho antes que ellos y nos redujeron a una minoría y ahora quieren extinguirnos. Y vosotros que los echasteis una vez, ahora habéis dejado que se queden y que se hagan españoles y eso ya no tiene solución. Imanes de todas las partes del mundo lo proclaman a los cuatro vientos: sólo se habrá satisfecho el orgullo islamista cuando Al Andalus vuelva a ellos, cuando España vuelva a ser su califato. Y se han dado de plazo 50 años. Saca una caculadora y suma los hijos que tienen ellos y los que tenéis vosotros: ahí estará su victoria. Pero vosotros no habéis entendido esa amenaza, como sí la ha entendido Israel. ¡No sé por qué España duerme!».

El silencio de Zapatero

El 4 de enero, un día después de que Francia (45.000 coptos), Alemania (6.000) y Reino Unido (20.000) reforzaran la seguridad de los edificios destinados al culto tras las amenazas recibidas, Fourak envió una misiva al capitán de los Mossos d'Esquadra pidiéndole protección. «Me dijo que estuviera tranquilo que estarían cerca, pero no vi por la zona ni una patrulla, aunque yo de seguridad no entiendo. También hemos esperado inútilmente que nuestro presidente Zapatero, como hiciera Sarkozy o Merkel, condenara el atentado, pero no ha dicho ni palabra, tampoco nadie de sus ministerios. Sólo silencio. ¿Será por el dinero de Arabia Saudí? Intentad levantar allí una iglesia cristiana o simplemente vivir allí como cristianos. Es imposible. Allí, como en Egipto, hay que hacer lo que mandan los musulmanes, a los que crían en el odio al cristiano. Nosotros vivimos en Alejandría el secuestro de chicas cristianas a las que violan. Y embarazadas de un musulmán, ¿qué hacen con eso? Pues se hacen musulmanas. Es algo muy grave».

A su lado, el sacerdote recién llegado Girgis Mikael asegura que no tienen miedo, «sólo a Dios», y que si no sienten temor es porque saben «que Dios nos ama». Es su primer viaje a España. Antes estuvo en París, en Roma y en Estados Unidos para atender a sus comunidades coptas. «Yo nunca he sufrido un ataque, pero muchos otros, por desgracia, sí. Conocemos la amenaza islamista y rezamos mucho por ellos, porque no saben lo que dice la Biblia, y porque Dios nos pide que, a pesar de todo, les amemos». ¿Se sienten solos?, pregunto al ministro de la iglesia. «No, porque Dios está con nosotros».

Saben que con ellos y por ellos también reza Benedicto XVI, quien ante miles de fieles en la plaza de San Pedro condenó el atentado de Alejandría como «vil gesto de muerte, como el poner bombas cerca de las casas de cristianos de Irak para obligarlos a salir. Un acto execrable que ofende a Dios y a toda la humanidad». La declaración, en la que además pedía proteger los derechos de los coptos y frenar la intolerancia religiosa, se consideró por el Gobierno de Hosni Mubarak «injerencia en asuntos internos» y llamó a consultas a su embajadora.

Pero no estaba dicha la última palabra: Al grito de «Alá es grande», según testigos, un policía musulmán abatió a tiros a un anciano cristiano que viajaba este martes en tren con su esposa por el sur de Egipto e hirió a otros cinco coptos que iban en el mismo convoy.

Miércoles en Madrid. Hablo con Mina, que aún se sobrecoge al pensar que una de sus hijas iba a la guardería de la iglesia alejandrina de los Dos Santos. «Era de noche y estaba cerrada, pero podían haber hecho una masacre mayor porque nuestras iglesias no son sólo para rezar, sino centros de salud, de cultura y convivencia, cuidan de nuestros hijos y compartimos nuestros ratos de ocio».

Mina salió de Alejandría hace 4 años en busca de un futuro de libertad y prosperidad para él y su familia. «En mi país estamos marcados y mis hijas, de 7 y 4 años, no pueden ni jugar en la calle. Mi esposa, ingeniera química, no tenía trabajo y cada día se hacía más difícil vivir en una sociedad que no respeta los derechos humanos, con un gobierno que oculta los atentados a cristianos como si fuera obra de locos aislados y que no nos protege. Por eso ya no quiero tener nada que ver con los árabes, ¡ya no quiero darle más vueltas a las cosas! Sólo quiero vivir en paz».

A falta de una iglesia «madre» copta, Mina y sus correligionarios de Cervera buscan el amparo de «las tías», como le dicen a las iglesias católicas. Así Girgis Moushen, escenógrafo que lleva 38 años en Madrid, contaba esta semana a ABC cómo preparaban para el sábado una misa copta en la parroquia de La Cena del Señor, tras el preceptivo permiso del párroco. Para ello, el sacerdote Michel se desplazaría desde Lérida. «Todos estos años no he tenido mayor problema en ir a iglesias católicas —dice este cairota de 66 años—, porque estamos muy cerca, pero me gustaría llegar a ver nuestro propio templo». Colaborador de Gil-Parrondo o Nieva en piezas como «El Alcalde de Zalamea» o «La carroza de Plomo Candente», profesor de cine, pintor, productor de tapices contemporáneos, confiesa conectado al oxígeno por un problema respiratorio que nunca tuvo miedo ante la amenaza islamista. «He podido sentir las provocaciones, pero aquí somos pocos y muy pacíficos, así que nos encomendamos a que Dios nos proteja».

Y este domingo, al día siguiente de la celebración en La Cena del Señor, también habrá misa copta en la Zenia (Alicante), muy cerca de la turística Torrevieja. Ashraf Zacaria, propietario de un restaurante en Guardamar del Segura, lo anuncia. Salió con su esposa de Egipto hace 6 años harto del hostigamiento, cansado de estar marcado por ser cristiano. «Somos unos 60 coptos en Valencia y estamos a punto de lograr un sueño: tener nuestra propia iglesia. Taraek, un copto casado con una española que vive en Murcia, ha donado al Papa Shenouda III un terreno de 3.000 metros en Rojales, para poder levantarlo. Nos falta la licencia municipal, pero tenemos hasta una recomendación del obispo de Alicante, don Rafael, que se porta muy bien. ¿Lo conseguiremos? Dios nos ayudará». Entonces Zacaria se despide contento recordando como un eco las palabras de Benedicto XVI: «Sólo el Señor es nuestra esperanza, es nuestra paz».

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