¡Qué desilusión! No se salva ni el sacrosanto «New York Times». A alguien como yo, convencido de que el periodismo, además de un medio de vida, es un modo de vida y que no hay profesión mejor que esta, siempre le quedaba la táctica —cuando arreciaban las críticas— de apelar a la prensa anglosajona. Aceptando que el oficio pasa por horas bajas y está sometido a sonrojantes servidumbres, siempre te quedaba la opción de apelar al NYT y argumentar que allí es distinto, que por encima de pasiones o intereses, prima la sagrada llama del periodismo, sin mezquinas contaminaciones políticas, cálculos económicos o prejuicios sociales.
Pues ya no se puede uno fiar ni de «La Vieja Dama Gris». Ahora resulta que el verdadero responsable del tiroteo de Tucson es el Tea Party. En otras palabras y según un editorial titulado «Bloodshed and Invective in Arizona» —en el que parecen haberse inspirado numerosos tertulianos españoles—, la mano que meció la cuna de Jared Lee Loughner es, nada más y nada menos, la de Sarah Palin.
No niegan que Jared sea un tarado más allá de cualquier categoría ideológica. Tampoco que hace tres años, cuando el Tea Party ni sonaba, topara ya con la policía por asuntos de drogas o que en su diario reflejase su paranoico deseo de provocar el caos citando a Nietzsche. Todo eso da igual. Los mismos que corren a subrayar que un tipo que dinamita un avión repleto de inocentes, gritando «Ala akbar!», convencido de que se va a gozar de 70 huríes en el paraíso de Mahoma y tras meses de inmersión total en la mezquita del barrio, no tiene nada que ver con el islam, sentencian ahora que la violencia verbal de los republicanos, sus feroces maniobras electorales para derrotar a candidatos demócratas, la matanza de Arizona y el balazo en el cerebro de Gabrielle Giffords son eslabones de la misma cadena.