Aunque la guerrillera se vista de seda... se le sigue viendo el pelo de la dehesa. Una antigua guerrillera de origen búlgaro, Dilma Rousseff, tomó posesión la semana pasada como presidenta de la República Federativa del Brasil. Y una de las primeras medidas que ha tomado en política exterior ha sido demostrar el peso que la ideología va a tener a partir de ahora en la conducción de sus relaciones internacionales.
Sólo unos días después de que Rousseff tomara posesión como presidenta, ordenó que se prohibiese al HMS Clyde repostar y revituallarse en Río. No hay precedente similar para la armada británica. El Clyde es el navío de guerra británico que protege las Malvinas y se interpreta la medida de Dilma Rousseff como un mensaje a las bases izquierdistas de su partido, siempre querenciosas a todo mensaje de tono anti colonial —lo que, formulado por la hija de un europeo, también tiene su aquel.
Como en el momento álgido de la guerra de las Malvinas, los ingleses se han contentado con enviar el navío a repostar a Chile. Y la presidenta argentina, Cristina Fernández, ha manifestado su satisfacción con la medida de su conmilitona brasileira. No paramos de mejorar.
Rousseff tiene previsto realizar su primera visita de Estado a Argentina a finales de este mes y, hay que reconocer que no puede tener mejor carta de presentación con el actual Gobierno argentino. Mas quizá ambos gobiernos quieran reflexionar sobre el lugar que hay en Occidente hoy en día para incidentes de este tipo. Sin duda convendría poner fin a la colonización británica de las Malvinas, pero fueron los argentinos los que les legitimaron la prórroga de su presencia allí con la guerra de 1982. Y si Rousseff de verdad admira a su predecesor, Lula, más le valdría imitar su forma de llevar sus relaciones internacionales y de verdad olvidarse de que un día fue guerrillera.
