La obra más poética de Marguerite Duras
Demipage reedita «La siesta de M. Andesmas»

La escritora francesa Marguerite Duras dijo que nunca escribió una sola línea que no hubiese vivido. Ahora se reedita en castellano uno de sus libros tempranos "La siesta de M. Andesmas", una joya poética, donde ya están sus obsesiones, las dependencias pasionales, la enajenación o el olvido.
Así lo valora Amelia Gamoneda, traductora de "La siesta de M. Andesmas", que saldrá a la calle editado por Demipage a finales de este mes de enero, y quien conoce y ama este libro desde su adolescencia, cuando se lo regaló su padre, el poeta y premio Cervantes Antonio Gamoneda , para quien la novela es emblemática y fascinante.
"Advertí -escribió Antonio Gamoneda- cómo el libro no imitaba la realidad ni la imaginaba, sino que la creaba: el tiempo de la escritura pasaba con lentitud y facilidad, físicamente; existían silencios reales como decía el texto, estaba en curso un acontecimiento, y éste consistía en ausencia, inmovilidad, abandono. El discurso era el curso de los hechos; la narratividad valía físicamente por la inmovilidad de M. Andesmas esperando".
Un relato lleno de silencios
Duras narra en "La siesta de M. Andesmas" una tarde en la vida de Monsieur Andesmas, un anciano que compra una casa para su hija Valeria, que retumba en el libro por sus risas. Pero este hombre quiere añadir una terraza para que su hija pueda observar la llanura y el mar Mediterráneo. La espera del constructor de esta posible escalera, que sucede entre las cuatro de la tarde y la caída del sol, acapara toda la escena del relato lleno de silencios que hablan más que los propios acontecimientos, y por donde solo pasan un perro, una niña y la mujer del constructor pero que contienen todo un universo humano, lleno de deseos y frustraciones.
El título del libro, que se llamó en su primera traducción al castellano "Una tarde de M. Andesmas", es un juego, un anagrama y un guiño y crítica a los tres hombres que compartían la vida de Duras cuando escribió la novela, en los años sesenta, dos amantes y un amigo: Antelme, Des Forêts y Mascolo (Andesmas).
"Es una especie de relato cifrado y, a la vez, de experimento de escritura, impresión que confirman también las severas condiciones tanto de estilización de la trama como de complejidad de la técnica narrativa", subraya la traductora, para quien verter este libro al castellano es la "ofrenda" que le quedaba por hacer a su pasión durasiana.
En cuanto a la narración, Amelia Gamoneda precisa que "tiene toda la sensibilidad discursiva de su temática y sus peculiaridades narrativas; pero es un libro discordante en el conjunto de la obra de su obra". Comparte con otras narraciones coetáneas de Duras, como "Las diez y media de una noche de verano" o "Los caballitos de Tarquinia", "la explosión de particulares estados de pasividad que a veces rozan lo patológico, pero si en las citadas novelas bulle una marcada tensión pasional, sensual y sexual, en Andesmas es un hombre al que la edad y la naturaleza de su entrega amorosa no conducen más que a deseos depurados de avatares relativos a la libido", señala la traductora en el prólogo.
Erotismo subyacente
Y es que en el libro no hay un erotismo explícito, pero es un elemento que subyace, y el lector está esperando que en cualquier momento se desate alguna situación sexual. También para el escritor Enrique Vila-Matas , "La siesta de M. Andesmas" es una obra excepcional "se lee con el ya casi olvidado placer de demorarse en frases que tienen larga carga lírica propia es como una feliz providencia del gran imperio de los sentidos", escribió.
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