Suscríbete a
ABC Premium

«Me fascina el cosmos»

No hay una brizna de afectación en este pintor que aún conserva la mirada limpia de pueblo. Antonio Bujalance es dueño de una ingente obra artística producida casi sin hacer ruido

Antonio Bujalance

Pintor

Si el taller es el espejo del alma de un artista, podríamos decir que la de Antonio Bujalance es un alma sin artificio. Un espíritu liviano. Para empezar, su vivienda está ubicada en una calle cualquiera de un barrio cualquiera. Y su estudio ocupa la habitación superior de una casa de dos plantas. Un cubículo casi desnudo, desprovisto de la desbordante acumulación de objetos tan común en otros pintores. Dos caballetes, una mesa de trabajo, una simple estantería, un casete con música clásica. Y poco más. Como la austeridad que destilan sus palabras, sosegadas y elementales.

—Nací en Doña Mencía en 1934, pero a los dos años mi familia se trasladó a Bujalance. La mía era una vida sencilla de pueblo. En una época llena de dificultades. Yo tenía habilidades manuales. Siempre estaba dibujando. Dibujaba copiando las ilustraciones de los libros. El Quijote, por ejemplo, pero también cromos y estampas. Cosas muy simples y sencillas. Hasta que a los trece años, mi maestro me informó de que la Diputación convocaba becas de pintura en Córdoba. Y mi vida dio un cambio enorme.

Así fue la vida de Antonio Bujalance. Un niño de pueblo sacado fuera de tiesto. La beca duraba tres años, con horario de tarde en la Escuela de Arte y Oficio. Cobraba ocho pesetas diarias y con ese capital se pagaba cama y comida. Córdoba fue un mundo nuevo para él. Un universo que le permitió contemplar por primera vez reproducciones de estatuas griegas, romanas y del Renacimiento. «Mis padres estaban encantados. En Bujalance, hubiera sido un herrero. O un carpintero. O un labrador». Poco después alumbró la posibilidad de mejorar su formación en la facultad de Bellas Artes en Sevilla. Cuando concluyó sus estudios fue contratado en los colegios del Carmen y las Francesas y, más tarde, logró entrar como profesor interino en Artes y Oficio.

—¿Ha pintado siempre lo que ha querido?

—Lo que he querido no. Sinceramente no. Al principio tenía que aceptar encargos de retratos para poder ayudarme. ¿Entiende? Ahora ya sí: ya no tengo preocupación por tener que vender.

—Se sintió cautivo del retrato.

—Claro. Cautivo de unas exigencias. A mí lo que me gusta es la pintura creativa. La que yo siento. Sobre todo el paisaje. Pero no del natural. Yo llevo muchos años pintando de la imaginación. ¿Por qué? Porque te da la ocasión para expresarte de manera libre. —¿Ha sido usted un hombre libre?

—Sobre todo, de unos años para acá.

—¿El lienzo es el espejo del alma?

—Es un campo abierto para expresar todo lo que uno siente. Pero no un estado de ánimo, que cambia de un día para otro. Yo tengo unos cuadros dramáticos sobre el tema de la degradación de la naturaleza. Y no porque estuviera deprimido, sino por una conciencia interior de siempre.

—Le preocupa la degradación de la naturaleza.

—Sí. La naturaleza es la maravilla que tenemos. El mundo en que vivimos y vemos cómo se está agrediendo. Domina el interés económico, las grandes empresas y los ríos ya no bajan tan limpios. No es que sea pesimista: tengo la esperanza de que el hombre sepa conducirse por caminos más estables para la naturaleza.

—¿Cree en el ser humano?

—Tiene unas grandes cualidades. Pero hay desde personas maravillosas a otras figuras que ya sabemos. Hay de todo. Me maravilla la gente que se dedica a los demás. Los Médicos sin Fronteras. Los que cuidan a los enfermos. Gente que no sale en las primeras páginas.

—¿Al artista le obliga el compromiso?

—Obligación no sé hasta qué punto. Pero debe ser sensible a lo que le rodea.

—¿Usted lo es?

—Yo hago la pintura que siento. ¿Sensible? Tratar desgracias o guerras no es el tema que me lleva.

—¿Pintar es una necesidad vital?

—Es lo que yo siento. Y lo siento profundamente.

Ya jubilado, Antonio Bujalance ha sido un trabajador tenaz. Dio clases de pintura durante 30 años y ahora se centra exclusivamente en la creación artística. Se mete en el taller a las nueve de la mañana y no lo abandona hasta la hora del almuerzo. Y por la tarde, otro par de horas más. Ha trabajado preferentemente el paisaje, en una formulación muy personal, y desde hace dos años le obsesiona el cosmos.

—¿Por qué el universo?

—Porque antes había imaginado el paisaje mirando hacia abajo. En esta ocasión invertí la vista. Me atrae mucho todo lo que cae en mis manos sobre el cosmos, sobre los avances científicos de los astrofísicos. Me resulta fascinante. Pintar estos cuadros es una libertad y un gozo enormes.

—¿Le abruma el universo?

—No me abruma: me fascina. Pierde uno la noción de lo que somos. Es una aventura maravillosa.

—¿Es usted un pintor de la pomada?

—Yo soy un pintor de Córdoba que lo hago lo mejor que puedo.

—¿Le condicionan las modas?

—Procuro no atarme a las modas. Seguir mi sentimiento.

—¿Se puede trabajar ajeno a las tendencias?

—Yo soy consciente de que tengo que ser un pintor de hoy. Pinto un paisaje lo más moderno y más original que sé. De eso sí soy consciente.

—¿Qué artista le deslumbra?

—En la historia hay momentos cumbres del arte. Sería extensísimo. Lo interesante es ser sincero y hacer aquello que sientes.

—¿Un artista subvencionado es un artista libre?

—Si está subvencionado me parece que no es muy libre.

—Se le toma por un pintor humilde y honesto. ¿Hay mucha vanidad desbocada por ahí?

—Humilde no creo. Yo soy una persona sencilla. Cada uno se expresa como es.

—Pero hay mucho ego en el mundo del arte.

—Igual que en literatura, en el torero, en el fútbol. Es la persona.

—¿Es usted un hombre de principios?

—Me gusta llevarme bien con todos. Y la paz en el mundo. Me porto lo mejor posible con los demás. No hacerle mal a nadie y acostarme tranquilo por la noche.

—¿Y duerme tranquilo por la noche?

—Yo creo que sí. Estoy casado y tengo la suerte de tener dos hijos maravillosos. Soy feliz. No me puedo quejar.

—¿De qué se alimenta un artista?

—De mi pintura, leyendo, de la música. Esos son mis alimentos espirituales.

—¿Cómo pinta el futuro para usted?

—Estamos en un tiempo de conquistas técnicas y todo va a un ritmo vertiginoso. Sí me gustaría que los avances sean para el bien de la humanidad. Y es increíble que en el siglo XXI haya gente esclava, trabajando en condiciones terribles.

—¿Hay razones para el optimismo?

—Hay personas que están trabajando mucho para ello. Muchas personas anónimas. Pero lo que sale son las malas noticias.

—¿Córdoba está en el mapa de la cultura?

—Todavía no, pero estamos en ello. A ver si conseguimos la Capitalidad. Córdoba se está moviendo mucho ahora.

—¿Qué le irrita de Córdoba?

—Sales a la calle y las puertas y las fachadas están llenas de «chefarrinones». Las estatuas están mutiladas. Y eso, como artista, me duele.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación