Suscribete a
ABC Premium

al pairo

UNAI HONTIYUELO

FERNANDO CONDE

Entraba en una de esas grandes superficies que, al correr de los años, han ido fagocitando el comercio tradicional con su esquema de compras unificadas. Como tantas otras veces, una muchacha me abordó de improviso para entregarme un folleto.

De primeras imaginé la venta de un aspirador mágico —previa demostración domiciliaria irrefutable—, el sorteo de un coche que nunca toca a nadie conocido —mucho menos a ti—, o, quizá, alguna campaña de captación de socios; pero no, me equivocaba. Lo que aquella muchachita de apenas doce o trece años me entregaba era medio folio mal recortado con la cara de un chavalín impresa y, aledaño, un breve texto explicativo. El texto se desgranaba bajo la cornisa del lema «una sonrisa para Unai».

Unai Hontiyuelo es un jovencito de apenas ocho años que, como tantos otros a esa edad, soñaba con ser algún día futbolista de postín. De familia humilde, sus aspiraciones pasaban por despuntar de momento como alevín de la U. D. Sur de Valladolid. Sin embargo, muchas veces los sueños no sólo no se cumplen, sino que se desbaratan de la forma más inesperada y horrible. Éste es uno de esos casos.

A Unai la mala fortuna le quiso visitar un día cualquiera o, mejor dicho, un mal día cualquiera. El pasado ocho de agosto -octavo mes-, con sólo ocho años, a Unai se le diagnosticó una sepsis meningocócica, una de esas enfermedades gracias a Dios poco frecuentes, pero de mal fario. La bicha se le aposentó en el cuerpo y logró arrebatarle sin ninguna conmiseración las dos piernas. El sueño de Unai se encaminaba hacia la pesadilla. Hospitales, tratamientos y desvelos conjugados para tratar de sustraer a Unai de un final aún mucho menos apetecible. Hoy, Unai se encuentra ingresado en La Paz de Madrid —ni siquiera está fuera de peligro— disputando el partido más decisivo de su corta vida.

Una fundación, la Irene Megías contra la meningitis, se desvive por ayudar a este joven vallisoletano y a su familia en tan difícil trance. Una cuenta (la 2100-2351-12-0200252688 ) sirve para recaudar fondos con los que poder ayudar a una familia que, para más inri, vive afectada por ese mal que aqueja a gran parte del país: el de las vacas muy flacas. Cualquier aportación por mínima que sea será buena. Unai, cuya inocencia está siendo dura e inexplicablemente castigada por la vida, se lo merece. Cierto es que la vida no vale nada, pero también que hay gestos que pueden valer una vida. Por Unai.

Esta funcionalidad es sĂłlo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrĂłnico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participaciĂłn