cuatro muertos
Pere Puig: un cazador «raro»
Estalló al verse en la bancarrota. Dicen que estaba «un poco volat» (venado en catalán) pero «no era mala persona»
Cuando alguien dispara de forma tan inexplicable, tan inesperada, las miradas se desvían de las víctimas y se posan en quien sostiene al arma. Un cazador: Pere Puig Puntí. A sus 57 años, el desde ayer asesino de Olot (con permiso del «mataviejas» de la residencia La Caritat) es un enigma a resolver: Albañil de profesión, con la cinegética como afición —los bosques del Valle d'en Bas lo atestiguan—, estalló tras verse en la bancarrota. Sus jefes de Construcciones Tubert parece que le debían dinero, le echaban del trabajo con un finiquito en forma de cheque sin fondos, le engañaron para que firmara un crédito…
Falta por concretar el móvil en todos sus detalles y, mientras, se aventura uno a la pericial psicológica en busca de respuestas. Un tipo «raro, pero no violento» afirmaba un vecino en uno de los lugares de los hechos, la sucursal de la CAM. Otras voces aseguraban que a veces se paseaba por su pueblo, San Esteve d'en Bas armado con una pistola falsa y una placa de sheriff de juguete. Raro, pero no violento.
Puig vive en el número 8 de la calle del Armenguer, en Sant Esteve d'en Bas, un pequeño municipio cerca de Olot que ayer era aún más gélido que de costumbre. Algunos vecinos, hartos de ver prensa ansiosa de detalles, morbosos a ser posible, señalaban con desdén la casa del asesino, en la que viven Pere Puig y su padre viudo, Lluís, de 86 años.
La vivienda, de tipo chalé, estaba cerrada a cal y canto, persianas bajadas y nadie en su interior. Tras estallar el suceso, el cuñado de Puig —casado con su hermana Pilar y vecino de Olot— fue a rescatar a su suegro de las fauces mediáticas. Pere tenía otra hermana, pero murió hace años, explicaba a ABC Angelina, vecina frente por frente del criminal. «¿Raro? Bueno, un poco “volat” (venado en catalán), pero nada más. Todo el mundo en el pueblo lo tenía por buena persona», contaba desde su ventana. «Era muy aficionado a la caza por estos bosques», decía Angelina, a la que sólo su avanzada edad le hacía aparentemente inmune a la tragedia.
Pere Puig se sacó la licencia para una escopeta y un rifle de caza en 1993. Desde entonces, la fue renovando con los preceptivos psicotécnicos, el último de ellos superado este mismo año 2010. Entre otras circunstancia, la investigación policial deberá dilucidar si avanzó de algún modo lo que iba a hacer a sus allegados, más allá de que públicamente se lamentara de que le debían dinero, de que no le pagaban. Angelina en su ventana no sabía nada de eso, decía, mientras que la mayoría de los pocos vecinos que eran asaltados en plena calle en busca de información se negaban a abrir boca.
«Sí que lo conocía a Pere, pero no te diremos nada», espetaba la dueña de un estanco situado a dos calles de la vivienda del asesino. Ante un coro de clientas que asentían no sin un mohín de lo siento. Olot y sus aledaños, el mismo de la farmacéutica de, del celador de, vuelven a la portada de la actualidad más incómoda; una tierra famosa por sus entrañas volcánicas no ve manera de salirse de la crónica de sangre y violencia. En la calle no se hablaba ayer de otra cosa, valga el tópico, y en la tele no emitían nada más (además del abogado Rodríguez Menéndez, de acuerdo). Olot, Olot, Olot otra vez. No faltó quien se apresuró a comprar lotería para el próximo sorteo de Navidad.
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