Yo estaba allí
¿Dónde estabas cuando se desmoronó el Muro de Berlín? Yo justo al lado, cruzando el Check Point Charlie para volver del Berlín Oriental al Occidental.
¿Y la noche que comenzó la Guerra del Golfo? Yo en Bagdad, metido en un taxi con un colega español, y tratando de llegar al Hotel Palestina mientras caían las bombas por todos lados.
¿Y el día que los rumanos fusilaron a Nicolae Ceaucescu y a su esposa Elena? Pues yo en Bucarest, montando una cena de Nochebuena con una banda de desaforados periodistas franceses.
Y así, porque fueron más de treinta años dando tumbos por el mundo, decenas de acontecimientos, personajes y fechas. Y sin embargo, para mi vergüenza, se pasó hace poco por alto la fecha más memorable: la del asesinato de Julio Fuentes.
Estaba en Kabul, entrando en el Hotel Intercontinental, aquel luctuoso 19 de noviembre de 2001 en que los taxistas locales comenzaron a musitar que habían acribillado a balazos a un corresponsal español y a varios compañeros en la carretera que sube de Jalalabad.Al día siguiente, por la tarde, llegó la confirmación definitiva. Estaba en la acera frente al hospital, con Evaristo Canete y un equipo de TVE, y se me rompieron las paredes del alma. Me puse a llorar como un niño.
Julio Fuentes era como sus artículos: apasionado, vital, emotivo y un poco taciturno. El periodismo no fue para él un medio de vida, sino un modo de vida. Veía el planeta como un inmenso campo de batalla en el que el bien y el mal libraban una guerra sin cuartel y siempre tuvo claro su lado de la trinchera. Yo quería a Julito como se quiere a un hermano pequeño y me juré que jamás lo olvidaría, pero este noviembre, transcurridos apenas 9 años del crimen, ni siquiera me acordé de él. No me volverá a pasar.
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