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Agüita amarilla

En América, Rubalcaba y Gallardón sólo serían dos personajes de la Loca Academia de Policía

IGNACIO RUIZ QUINTANO

Ni un cigarro, canta Paquita la del Barrio. Ni una cerveza, contesta, en la misma onda, Rubalcaba, el Cromwell de Solares. El otro Cromwell, el de Huntingdon, antes de darles de palos, gritó a los escoceses: «¡Por los clavos de Cristo, os ruego que consideréis la posibilidad de estar equivocados!», lo cual impresionó mucho a Carlyle. Ellos creyeron que no lo estaban y ya ven lo que pasó. Si Rubalcaba hubiera obrado así con los controladores, ahora no sería un caudillo. Como tal, al menos, se fue con Gallardón a inaugurar una comisaría en Usera y habló a los guardias de Montesquieu, aquel cadáver a los postres del hermano de Juan Guerra. La cursilería es, como se sabe, la primera seña de identidad del socialismo ibérico. Rubalcaba ve a un guardia y le habla de Montesquieu, que es un nombre que en la Academia de Ávila no sale a relucir. Los espías de Washington lo tienen bien calado: «Se cree el listo del Gobierno», dicen, y ya lo han dicho todo. Quien no había terminado de calarlo es Gallardón, que nunca será un espía de Washington. Rubalcaba tiene el propósito de reducir a Gallardón por deudas, a fin de allanarle la alcaldía a Lissavettzky, ése que tiene contento a Zapatero porque consigue camisetas de futbolistas para sus hijas góticas. Y Gallardón va detrás de Rubalcaba incluso a inaugurar una comisaría. «Tenemos hambre y la madera no se come», decía una pintada sevillana. En Madrid, ni se come ni se bebe. «Ni una cerveza», fue la frase del «listo» para halagar la vanidad de Gallardón, que presume de ir por la ciudad convirtiendo no el agua en vino, que él es agnóstico, sino las cervecerías en museos. Pobres guardias de la porra. Porque, en América, Rubalcaba y Gallardón sólo serían dos personajes de la Loca Academia de Policía y habrían improvisado en la comisaría un bar de Moe cantando «Agüita amarilla» de Carbonell con una «Duff» de las de Homer Simpson en la mano.

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