La pequeña Brasilia asturiana
El próximo día 15 se inaugura en Avilés el Centro Niemeyer, primer proyecto en España del arquitecto brasileño, que ese día cumple 103 años. Con una conferencia de la ONU arranca este proyecto en el que caben todas las artes
Llueve con ganas sobre Avilés. Nada extraño en tierras asturianas. Viajamos hasta allí para visitar las obras del que está llamado a ser uno de los proyectos culturales más ambiciosos y de mayor calado en lo que llevamos de siglo en nuestro país. Y hoy tiene mayor relevancia aún si cabe, pues no corren buenos tiempos para los museos y centros de arte: en una semana hemos sabido que cierran Chillida-Leku y el Centro Guerrero. Pero hay lugar para la esperanza. El próximo día 15 está previsto que se inaugure el Centro Niemeyer de Avilés. Aunque la programación no arrancará hasta marzo de 2011, con la apertura de una exposición sobre la luz a cargo de Carlos Saura, el día 15 se entregará el edificio, coincidiendo con el 103 aniversario de su arquitecto, el brasileño Oscar Niemeyer, que no viajará a España debido a su delicado estado de salud. Pero esta inauguración tendrá un carácter muy especial, pues acogerá la primera conferencia del nuevo programa de Educación y Cultura de Naciones Unidas. El mítico edificio de la Asamblea General, diseñado por Oscar Niemeyer y Le Corbusier hace más de 60 años, cerrará sus puertas durante unos años para acometer una reforma integral. Otro edificio de Niemeyer vuelve a estar ligado a la ONU seis décadas después.
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En 2006 los premios Príncipe de Asturias celebraban sus 25 años de vida y quisieron celebrarlo implicando a los galardonados para que se sumaran a los actos conmemorativos. Niemeyer decidió diseñar un edificio como regalo a Asturias. Es el primer proyecto en España del Pritzker brasileño, autor de la mayor utopía arquitectónica de la Historia: Brasilia.
Ovnis junto a la ría
Entre el cielo gris plomizo de esta ciudad industrial asturiana de 80.000 habitantes se adivina una suerte de blanquísimos platillos volantes, relucientes ovnis que parecen haber alunizado junto a la ría. Hasta esta minibrasilia nos dirigimos. Trabajan a todo ritmo unos 130 obreros para que todo esté listo la próxima semana. Nos colocamos los preceptivos casco y chaleco reflectante y, sorteando charcos por un suelo embarrado, llegamos a nuestra cita con el director de esta gran locura, Natalio Grueso, alma del proyecto, que nos espera en el edificio polivalente, uno de los cinco espacios de que consta el proyecto. Nos recuerda a la sede de la Bienal de Sao Paulo en el parque del Ibirapuera. Alberga el Film Center (única sala permanente de Asturias para la exhibición de cine en versión original), tienda, cafetería y espacios polivalentes para salas de ensayo, reuniones, conferencias...
El edificio más alto (26 metros, equivalente a ocho pisos) y complejo es el auditorio. Con dos alturas y capacidad para 998 butacas es un ejemplo de la democratización de la cultura que propugna Niemeyer (no hay palcos). El arquitecto juega a placer con los volúmenes. Lo más espectacular es el portón metálico del escenario, una gran ventana que puede abrirse a la plaza pública para espectáculos al aire libre. Una marquesina —prevista para que la gente se refugie de la lluvia— une el auditorio con la cúpula, un espacio diáfano de 2.500 metros cuadrados en cuyo interior destaca una impresionante lámpara, diseñada por Niemeyer, como todo en este centro: desde la barra del bar hasta el mostrador de recepción. Todo aquí es 100% Niemeyer. Como curiosidad, la cúpula está formada por una membrana de PVC que se infló con cañones de aire y después se proyectó el hormigón. Gracias a este novedoso sistema se abarataron costes y se aceleró la construcción. Lo primero que llama la atención al pasear por su interior es cómo le gusta la curva, la arquitectura retorcida, al viejo maestro. Ya lo decía él: «Lo que me atrae es la curva libre y sensual. De curvas está hecho el universo, el universo curvo de Einstein».
Finalmente, visitamos la torre-mirador, de 20 metros de altura. Este espacio estará destinado a la gastronomía: habrá una coctelería y una cocina con mesa para pocos comensales que podrán degustar menús creados por chefs invitados. Desde aquí se tiene una impresionante vista en 360 grados de todo el complejo.
Las cifras dan una idea de la magnitud y lo ambicioso del proyecto: 44.000 metros cuadrados y 44 millones de presupuesto final (incluido el párking subterráneo, el equipamiento escénico y el IVA retocado). La obra es propiedad del Gobierno de Asturias, que creó una fundación con capital mixto para gestionarlo. Integran su Patronato el Ministerio de Cultura, el Principado de Asturias, el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria de Avilés, la Fundación Cristina Masaveu Peterson y Cajastur. ¿Por qué no está en ella la Fundación Príncipe de Asturias? «Este proyecto fue un regalo de Niemeyer a esa fundación, que lo cedió al Gobierno de Asturias —explica Natalio Grueso—. Se les invitó a colaborar, pero dijeron que se incorporarían cuando se inaugurase el centro. A día de hoy no tenemos noticias suyas. No los echo de menos en absoluto, pero, si quieren estar aquí, serán bienvenidos». ¿Por qué Avilés? «Construirlo aquí fue una decisión personal del presidente Areces». El director aspira a que el centro «sea una fábrica de producción de contenidos culturales (caben todas las artes) y que en el futuro sea autosostenible». En diciembre de 2007 se reunió en Avilés el «G-8 de la Cultura»: acompañaban al Centro Niemeyer espacios tan señeros como la Opera de Sidney, el Barbican de Londres, el Pompidou y el Lincoln Center, entre otros. Centros a los que aspira a parecerse. Con algunos han colaborado. Es el caso del Carnegie Hall, cuya primera residencia internacional tuvo lugar en Avilés el pasado mes de noviembre.
La Isla de la Innovación
En 2007 se puso la primera piedra del Centro Niemeyer, que será el corazón de la futura Isla de la Innovación (medio millón de metros cuadrados), que diseñará Norman Foster. Aunque Natalio Grueso no tiene datos del impacto económico que este Centro producirá en la ciudad, comenta que «en menos de un año Avilés recuperará la inversión. Amén del cambio de imagen: de ser vista como una ciudad gris, sucia y contaminada pasará a verse como una ciudad cultural, educativa, de nuevas tecnologías». Hace unos años se limpió la ría y se espera que salgan de la zona las embarcaciones pesadas para dejar paso a un puerto deportivo. También se prevé soterrar la línea férrea y la carretera que pasan junto al Centro y se cree una pasarela que lo conecte con el precioso casco histórico de la ciudad, apenas a 200 metros. Hoy hay que dar un gran rodeo para acceder a él.
Las comparaciones son odiosas, pero a nadie escapa el «efecto Guggenheim» de Bilbao, que podría repetirse en Avilés con el «efecto Niemeyer». «Nos afecta positivamente —dice el director del centro—. Se ha creado un eje cultural en el eje Atlántico: Bilbao, Avilés, Santiago de Compostela, Serralves, Burdeos, Nantes... Hay paralelismos y diferencias con el Guggenheim de Bilbao. Este es un museo y el nuestro, un centro cultural. Aquel es una franquicia de reconocido prestigio internacional; aquí se parte de cero. Pero sí es un ejemplo a seguir. Ambos son edificios de reconocidos arquitectos, que pueden transformar ciudades industriales, con rías y cascos históricos».
De momento, la respuesta popular está siendo muy positiva: en agosto visitaron el centro 12.000 personas en unas jornadas de puertas abiertas y ya pueden degustarse por toda la ciudad sabrosas mantecadas inspiradas en la cúpula de Niemeyer o un pincho basado en su torre-mirador.
AVILÉS
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