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ABC Cultural

Ñoñerías con lazos rosas

Dirección: Michael Apted. País: Estados Unidos. Año: 2010. Duración: 115 minutos. Actores: Ben Barnes, Skandar Keynes, Georgie Henley, Will Poulter.

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Resulta curioso ver como la memez y la blandura excesiva pueden arruinar el trabajo, laborioso y capaz, de mucha gente, gente que se deja el alma y muchas horas de trabajo para dotar de fantasía a un guión anticuado, fuera de calle, como si las mentes de hoy en día fueron bobas de baba incapaces de reconocer el día a día.

Diálogos del XVIII que hablan de princesas, príncipes, sapos transformados y tonterías caducas que ya nadie cree. Pasaría si lo hicieran con burla engañosa, pero quía, lo sueltan con una trascendencia y pomposidad que invita a la vomitera continua.

Las crónicas de Narnia ya adolecía de tanta estupidez ñoña y boba en las entregas anteriores y, a pesar de que ya estorbaba, enormemente, en la película, han incidido en la misma torpeza. De la hora y media se pasan la primera media hora haciendo presentaciones «qué bien veros rey mío», «vos sois mi gran vasallo y amigo del alma, oh príncipe» (¿Qué fue del «qué pasa tío»?). Y como son cinco o seis protagonistas, tienen que saludarse todos entre todos, y diciendo las mismas sandeces. E igual al final, otra media hora despidiéndose con abrazos, sonrisas y lágrimas en el «Todos felices en el mundo de Walt Disney».

El resto es espectacular en fuegos artificiales, peleas y efectos especiales muy bien logrados. El argumento es banal, buenos contra malos y liberación de la tiranía y el mal, pero el lujoso paquete y una grandísima actuación de Will Poulter (menudo hallazgo) libra algo de la pesada losa de la grandeza del ser humano, la falsedad más falsa del mundo mundial.

Lo más curioso del asunto es que la película ganará a esas nuevas generaciones llenas de pasteles blandengues, esas que se visten de Pantera Rosa para besar sapos, ranas, e hipopótamos si fuese necesario, para ver si sale el príncipe, que luego resulta que es Quasimodo, feo y de los que te roban la cartera en cuanto cierras los ojos para darle el beso eterno.

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