La crisis se ceba con Chillida-Leku
Presenta un ERE y anuncia su cierre tras años de gestión deficitaria. Las instituciones piden cambios a la familia para rescatar el proyecto

«Un día soñé una utopía: encontrar un espacio donde pudieran descansar mis esculturas y que la gente caminara entre ellas como por un bosque». Diez años después de la inauguración de Chillida-Leku, escenario único de nuestra geografía, el anhelo del genial artista vasco y universal Eduardo Chillida (1924-2002) se desvanece. La familia, que ha dirigido y financiado el museo desde su nacimiento, lanzó ayer un aldabonazo que hizo tambalear las sensibles raíces del sector cultural de este país. Arrinconada por un modelo de gestión privado deficitario y asfixiada por la actual coyuntura de crisis económica, la dirección del museo reconoció un «déficit recurrente» en sus cuentas y se vio forzada a anunciar un expediente de regulación de empleo que culminará en el cierre de sus puertas a partir del próximo 1 de enero. Una despedida que se espera sea «temporal» por el bien de un patrimonio que es de todos. En esta situación de emergencia, instituciones y partidos trabajan por encontrar una solución conjunta que consiga reflotar la «casa de Chillida» y garantice la viabilidad futura de uno de los centros referentes de la vida cultural española.
El anuncio, aunque esperado por muchos, ha conmocionado la vida cultural de nuestro país, a las instituciones y en general a la clase política y social, que desde hace tiempo trabaja por conseguir la Capitalidad Cultural Europea en 2016 de San Sebastián, a 9 kilómetros de Chillida-Leku, situada en Hernani. El pintor vasco Agustín Ibarrola, viejo amigo y compañero de Chillida, resume a ABC la desolación que invade al gremio: «Si esto ocurre con el escultor más prestigiado de España, ¿qué nos espera a los demás? Sin duda, algo no va normalmente en el mundo del arte, de los museos y de las instituciones culturales», se lamenta. El director del Prado, Miguel Zugaza, tampoco oculta la gravedad del asunto. «El cierre de este museo es una muy mala noticia y todo un síntoma. Es algo grave, que no nos podemos permitir, porque Chillida Leku es uno de los espacios de arte más singulares de nuestro país —afirma—. Conocemos la generosidad que ha demostrado la familia Chillida y la inteligencia de las instituciones para que se evite el cierre de este espacio único, que podría resultar contraproducente cuando se aspira a una capitalidad cultural y hemos hecho de nuestros museos una seña de identidad», añade.
En esa misma línea se manifiesta Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía: «En un país como el nuestro, con tantas excepciones, en el que no hubo hasta muy recientemente museos de arte moderno, muchos grandes artistas —pienso en Picasso, Tàpies, Guerrero, Chillida y muchos otros...— hicieron el esfuerzo de crear fundaciones que subsanaban esta falta. Estos espacios singulares también reflejan una historia y son generalmente muy queridos. El cierre de Chillida Leku es una pérdida, y cualquier cierre de estos espacios lo es. El hecho de que exista obra suya en otros centros como el Reina Sofía, el Ivam o el Macba no evita esta sensación de pérdida. Son especiales, reflejan bien la historia de nuestro país».
Disgusto de la familia
Una mañana de 1983, Eduardo Chillida y Pilar Belzunce se enamoraron de la finca Zabalaga situada en Hernani. Al año siguiente hicieron efectiva la compra del viejo caserío que dominaba los jardines sobre los que hoy se asientan las obras del escultor guipuzcoano en armonioso diálogo con su entorno. Pero tras el fuerte tirón inicial que siguió a la inauguración oficial, en septiembre de 2000, a la que asistieron Sus Majestades los Reyes, el lendakari y el entonces canciller alemán Gerhard Schröder, lo cierto es que el caudal de visitas ha ido decreciendo. Uno de los motivos fundamentales es la menor aparición que este centro, súmmun del arte pegado a la naturaleza, tiene en el circuito tradicional turístico vasco, a pesar de que se encuentra a unos escasos 9 kilómetros de San Sebastián. Las 810.000 visitas recibidas en diez años lo sitúan como el primer museo de arte de Guipúzcoa, aunque no hacen ni de lejos honor a su categoría de primer orden.
Los Chillida apenas quisieron hablar en una jornada de luto. «Tenemos un disgusto terrible», trasladó un portavoz de la familia, que mantiene viva la esperanza de podar hallar una solución que evite el fatal desenlace. Desde hace meses, Luis Chillida, hijo del escultor y director del centro, viene lanzando mensajes de socorro a las instituciones sobre las dificultades de mantener el dorado proyecto de su padre, quien falleció dos años después de su inauguración feliz de haber cumplido su gran sueño. «Nos gustaría que este proyecto siga vivo dentro de cien o doscientos años, pero para eso es importante contar con ayudas públicas», advertía.
Gobierno vasco, Diputación de Guipúzcoa y Ayuntamiento de San Sebastián, las tres instituciones implicadas, se han comprometido a hacer lo posible por encontrar entre todos una solución que logre reflotar el sueño anhelado de uno de los grandes hombres que ha dado la cultura vasca. Desde el Departamento vasco de Cultura apuestan por «un modelo de gestión sostenible para el espacio y el estudio de posibilidades de compartir la propiedad patrimonial del mismo».
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