Asesinato por vergüenza

Las incógnitas que existían sobre uno de los crímenes más sobrecogedores ocurridos en Baleares en estos últimos años, tuvieron ayer finalmente respuesta. La madre del niño cuyo cadáver fue encontrado la pasada semana en el interior de una maleta en una zona boscosa de Menorca, Mónica Juanatey Fernández, gallega, de 30 años, confesó a la Policía que fue ella misma quien hace dos años y medio mató a su hijo, César, de nueve años, ahogándole en la bañera de su casa. La razón alegada: se sentía «agobiada» por la situación personal que en aquel momento estaba viviendo y, en concreto, porque no quería que su novio supiera que tenía un hijo. Mónica conoció a su actual pareja por Internet, rápidamente decidió irse a vivir con él en 2007 y en ningún momento le contó que había sido madre soltera. Al chiquillo lo dejó, no quería hacerse cargo de él, no encajaba en «esta etapa».

De hecho, cuando sus padres enviaron a César con ella, el 1 de julio de 2008, —el menor estuvo escolarizado desde 2003 hasta el curso académico 2007-2008 en el municipio coruñés de Noia— hizo que la llamase «tía» y no «mamá». A su compañero sentimental le contó que era su sobrino, y que iba a estar poco tiempo con ellos. Cuando desapareció, le informó de que el crío había vuelto a Galicia. Con su familia resolvió de otra manera. Eliminó los viajes, se distanció y la poca información de la que disponían empezó a llegar a través de la red, en concreto de Facebook. Llegó a poner que César había hecho la Comunión, cuando ya estaba muerto. Y, en ocasiones, se hizo pasar por el niño para escribir. Simulaba que vivía. Al muchacho le encantaba el manga (en la maleta, se encontró la edición del cómic número 28 de Naruto), y por ello también mantuvo durante todo este tiempo activa la participación en blogs especializados. Incluso prometió que trataría de subir alguna fotografía.

La mujer, que fue detenida el pasado viernes, ingresó en prisión acusada de homicidio doloso con los agravantes de alevosía y abuso de superioridad. En su primera declaración ante la Policía, había afirmado que un día de principios de julio de 2008 se encontró a su hijo muerto y que entonces decidió ocultar su cadáver en una maleta. Esta primera versión de los hechos había sido puesta en duda desde el primer momento, por las contradicciones en que incurrió la homicida. Finalmente, en su segunda declaración, Mónica reconstruyó lo sucedido. Explicó que hace dos años y medio el pequeño vivía en Galicia con sus abuelos, que en aquellas fechas decidieron que durante una temporada César fuese a residir con su madre a Menorca. Ahí empezó todo.

Pasados unos diez días fue cuando tuvo lugar el crimen, el 10 de julio de 2008. Una vez perpetrado, introdujo el cuerpo ya sin vida de su hijo en una maleta roja de 80 centímetros de largo por 60 de ancho, junto con sus enseres personales (chándal, vaqueros, bermudas, una camiseta, una araña, animalitos de juguete...), además de cómics y una cartuchera. El bulto fue abandonado en una zona boscosa y poco transitada cerca de Mahón, y no apareció hasta hace una semana, de forma casual, por dos excursionistas.

El estuche escolar resultó clave para la rápida resolución del caso, ya que en su interior se descubrió que aparecía la palabra «ces r» (la letra «a» estaba borrada) seguida de las iniciales «j.f.». A partir de aquí, se abrió una nueva línea de investigación, que permitió primero detener a la mujer y luego lograr su confesión. Los abuelos del pequeño, que están en Menorca, serán quienes se hagan cargo del traslado del cadáver, que será enterrado en Noia, en La Coruña.