TARJETA DE EMBARQUE
Groucho en el Sahara
Cuando se vive instalado en una mentalidad relativista, cuesta muy poco actuar de manera distinta a lo que se defendía
Zapatero estará de acuerdo con el coronel Cooler, aquel personaje de «El tercer hombre» de Graham Greene, que afirma cínicamente que «los principios están hechos para ser violados». Cuando se vive instalado en una mentalidad relativista, cuesta muy poco actuar de manera distinta a lo que se venía defendiendo. Basta con asegurar que las circunstancias han cambiado o invocar intereses superiores.
Es lo que ha ocurrido con el Sahara. Formalmente, el Gobierno y los dirigentes del PSOE, tan activos antes en las marchas en favor de los saharauis, siguen apoyando su derecho de autodeterminación. Sin embargo, con su respaldo inequívoco al régimen de Mohamed VI, lo que vienen a decir es: «Señores saharauis, vayan despidiéndose de pensar en un estado independiente; nosotros nos hemos subido al carro de Estados Unidos y de Francia, porque no queremos que aquí al lado se nos instale una banda terrorista o un sistema islamista radical».
Bernardino León le ha dicho claramente a Carlos Herrera, en Onda Cero, que la gran amenaza para España no es Marruecos, sino Al Qaida. Desde luego, los terroristas son más temibles que un inexperto grupo de gendarmes asaltando un islote en el Mediterráneo. Incluso, en el caso del campamento saharaui, algunas de las cosas que afirma Rabat serán verdad, pero mientras no se ponga en marcha una investigación independiente y se permita el acceso libre de la prensa, el Gobierno no puede dejar de exigir a los marroquíes una actitud más democrática.
Y como en Marruecos, en Cuba, en Venezuela, en China o en Guinea Ecuatorial, la actitud del Ejecutivo de Zapatero, que se proclama gran defensor de los Derechos Humanos, deja mucho que desear. Más bien, obliga a recordar la conocida sentencia de Groucho Marx: «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros».
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