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«¿Cuánto pesa su mujer, señor Foster?»

CTRES

ROSA BELMONTE

Caritina Goyanes tiene poco que hacer con Elena Ochoa. Lady Foster, con su exquisita delgadez de intelectual rica, no tiene pinta de caer en la tentación del catering de Caritina. No le cabrían esos escuetos pantalones de escamas por arriba y plumas por abajo, azul marino casi negro, que tan bien combinan con su roja melena. Una, que ni es rica ni exquisita ni pelirroja (lo único que podría conseguir), lo probó todo. Después del desfile de Mango en el Palacio de Cibeles y por la misma pasarela por la que habían pasado los modelos destinados a princesas (del pueblo o no) desfiló un jamón y otras cosas. Empezaba lo bueno (y abundante). Con el catering de Caritina nadie se queda con hambre. Que llega el postre y hay hasta nubes, lacasitos, gominolas y algodón de azúcar. Mientras engullía nubes bañadas en chocolate pensaba en Elena Ochoa. Ella no lo haría.

También pensaba en el arte. La Galería de Cristal del palacio de Cibeles, donde se hizo lo de Mango, se ideó hinchando un condón en una caja de zapatos. Esperanza Aguirre ha recomendado a Gallardón hacer una desamortización civil capitalina para aminorar la deuda del Ayuntamiento de Madrid. Con el alquiler de la Galería de Cristal no saldrá de pobre pero lo cobra bien (35.000 euros). Una que no piensa en el dinero (o no se agobia con él ni tiene que pedir a Zapatero) es Elena Ochoa Foster, que el mismo día del desfile inauguraba en su galería la exposición de fotos «Vanity Fair 100 Years: Masters of Photography» que antes se había exhibido en la National Portrait Gallery de Londres. Esa exposición, magnífica por otro lado, donde una foto de Gloria Swanson por Edward Steichen u otra de Carole Lombard por Cecil Beaton son mucho más pequeñas que una de Lady Gaga hecha por Nick Knight. Esa cosa tontorrona del mundo de las celebridades y su valor actual.

La cita era en Ivory Press Art + Books Space I. Es todo tan internacional. Incluida Lady Foster, claro, que habla de «high gossip» (algo así como cotilleo de altos vuelos) para referirse al contenido de la exposición en su garaje chic. O reconoce que el estilo de la revista ha aportado «una nueva versión del medio fotográfico tanto para el público “literati” como para el aficionado». Digo yo «high gossip» y «literati» en la misma semana y me corren a gorrazos. Pero Lady Foster se lo puede permitir. Como se puede permitir, aparcados el sexo o la esquizofrenia (la divulgación y el estudio de los mismos), dedicarse al mecenazgo artístico y encabezar ese plantel de españolas o mexicanas que viven con el arte por bandera y el Bottega Veneta por bolso. En otro apartado más meridional y equidistante está Mar Segura, la agro rutilante hembra almeriense del programa «Mujeres ricas» a la que el arte persigue (ella sigue siendo más rápida). Por lo del plantel me refiero, dejando fuera a Carmen Thyssen, a otras estupendas señoras tipo Rosario Nadal y Adriana Abascal, también delgadas y dedicadas al arte, también (tan bien) ascendidas a lo más alto. Qué tiempos aquellos en que Elena Ochoa, que ya imponía, presentaba «Hablemos de sexo» en TVE, cuando entre el público un zangolotino Kiko Hernández le preguntaba si era más conveniente iniciarse en el sexo con una prostituta. Elena Ochoa ya no tiene necesidad de dirigir la palabra a Kiko Hernández. Si acaso a Alfonso Díez o Borja y Blanca Thyssen, que acudieron a la exposición. Pero Elena Ochoa, como Lytton Strachey decía de Madame de Lieven, va aislada como si se hubiera rociado con un antiséptico. O un repelente.

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