Manolete, figura inmortal y rosa
François Zumbiehl presenta una magnifica obra sobre el Monstruo del Toreo: «Mañana toreo en Linares»

Aceptaba ser el personaje pálido vestido de rosa y oro que se ceñía la muerte a la cintura , aunque el coche de cuadrillas arrancaba más deprisa que la carroza fúnebre. Hasta aquel maldito agosto de 1947 en el que «Islero» se interpuso en su camino. «Manolete ha muerto» . La noticia corrió como la pólvora ante la incredulidad del pueblo. La sombra del mito de las posguerra crecía aún más entonces. Y aún sigue agigantándose con el nacimiento de nuevos libros sobre su figura inmortal.
El catedrático francés François Zumbiehl recrea en un magistral relato, «Mañana toreo en Linares» , los sentimientos del Monstruo antes de aquella trágica tarde. El doctor en antropología se mete literalmente en la piel de Manuel Rodríguez para hablar en primera persona en una obra extraordinaria, «un libro indispensable en la biblioteca de los aficionados», según subrayó el psiquiatra y escritor Fernando Claramunt durante la presentación en Las Ventas. Participaron también en el acto el crítico taurino de ABC, Andrés Amorós ; el editor, José Luis Ponce ( Bellaterra ), y el propio autor.
Amorós felicitó a la editorial catalana por apostar por un libro taurino y justificó el nacimiento de nuevas páginas dedicadas al Califa de Córdoba: «Tiene percha literaria, como Belmonte o Sánchez Mejías». Subrayó en su brillante intervención los tres pilares que hacen de Manolete un personaje «apasionante»: «Como torero , por su verticaliad; como persona , era extraordinaria y tenía una personalidad trágica; y como mito d espués de la guerra».
Su apoderado, su madre y su amor
Claramunt hizo un interesante recorrido por el centenar de páginas de «Mañana toreo en Linares», donde se desgranan sabrosas anécdotas , como su relación con Camará , el apoderado que admiraba la ciencia y el valor y que desafiaba en tono seco al matador: «Hoy, con esta corrida, otravez voy a cobrar más que tú; a ver cuándo eres capaz de ganarme en ese terreno»—. O su unión con su madre, Doña Angustias , a la que según cuenta la leyenda se atrevió a decir: «Te has casado con dos toreros y ninguno valía un duro...» Sí alcanzó la cúspide su hijo, con faenas históricas como la del toro «Ratón» en Madrid.
Y su gran pasión por Lupe Sino , relación que ha derramado ríos de tinta. Dicen que no la dejaron despedirse de Manolete en el lecho del drama por temor a un casamiento «in articulo mortis» . Cuenta Zumbiehl que «Lupe se marchó a México, donde se casó con un abogado ¡llamado Manuel Rodríguez! Murió repentinamente de una hemorragia cerebral en su piso de Madrid el 13 de septiembre de 1956 al atardecer, a la hora que salía al ruedo de Las Ventas el novillo “Islero”».
Pero el escritor galo se centra sobre todo en la parte estrictamente taurina y en su fascinante personalidad. Su rivalidad con Pepe Luis Vázquez , que compartía con Manolete una cornada de espejo . Así lo cuenta en el libro: «El rostro agraciado de Pepe Luis no se merecía una cicatriz tan fea, que ha nublado sus ojos claros . Creo que su apariencia y su toreo angelical también se nublaron para siempre. Mi cicatriz, en cambio, no me ha perjudicado. Ha estampado una especie de callo en mi fisonomía de adolescente enfermizo. Ha marcado una mueca amarga en la comisura de mis labios que me da seguridad». Su cara partida le infundió un aire trágico a esa personalidad solemne y majestuosa, una personalidad inmortal y rosa .
Aceptaba ser el personaje pálido vestido de rosa y oro que se ceñía la muerte a la cintura , aunque el coche de cuadrillas arrancaba más deprisa que la carroza fúnebre. Hasta aquel maldito agosto de 1947 en el que «Islero» se interpuso en su camino. «Manolete ha muerto» . La noticia corrió como la pólvora ante la incredulidad del pueblo. La sombra del mito de las posguerra crecía aún más entonces. Y aún sigue agigantándose con el nacimiento de nuevos libros sobre su figura inmortal.
El catedrático francés François Zumbiehl recrea en un magistral relato, «Mañana toreo en Linares» , los sentimientos del Monstruo antes de aquella trágica tarde. El doctor en antropología se mete literalmente en la piel de Manuel Rodríguez para hablar en primera persona en una obra extraordinaria, «un libro indispensable en la biblioteca de los aficionados», según subrayó el psiquiatra y escritor Fernando Claramunt durante la presentación en Las Ventas. Participaron también en el acto el crítico taurino de ABC, Andrés Amorós ; el editor, José Luis Ponce ( Bellaterra ), y el propio autor.
Amorós felicitó a la editorial catalana por apostar por un libro taurino y justificó el nacimiento de nuevas páginas dedicadas al Califa de Córdoba: «Tiene percha literaria, como Belmonte o Sánchez Mejías». Subrayó en su brillante intervención los tres pilares que hacen de Manolete un personaje «apasionante»: «Como torero , por su verticaliad; como persona , era extraordinaria y tenía una personalidad trágica; y como mito d espués de la guerra».
Su apoderado, su madre y su amor
Claramunt hizo un interesante recorrido por el centenar de páginas de «Mañana toreo en Linares», donde se desgranan sabrosas anécdotas , como su relación con Camará , el apoderado que admiraba la ciencia y el valor y que desafiaba en tono seco al matador: «Hoy, con esta corrida, otravez voy a cobrar más que tú; a ver cuándo eres capaz de ganarme en ese terreno»—. O su unión con su madre, Doña Angustias , a la que según cuenta la leyenda se atrevió a decir: «Te has casado con dos toreros y ninguno valía un duro...» Sí alcanzó la cúspide su hijo, con faenas históricas como la del toro «Ratón» en Madrid.
Y su gran pasión por Lupe Sino , relación que ha derramado ríos de tinta. Dicen que no la dejaron despedirse de Manolete en el lecho del drama por temor a un casamiento «in articulo mortis» . Cuenta Zumbiehl que «Lupe se marchó a México, donde se casó con un abogado ¡llamado Manuel Rodríguez! Murió repentinamente de una hemorragia cerebral en su piso de Madrid el 13 de septiembre de 1956 al atardecer, a la hora que salía al ruedo de Las Ventas el novillo “Islero”».
Pero el escritor galo se centra sobre todo en la parte estrictamente taurina y en su fascinante personalidad. Su rivalidad con Pepe Luis Vázquez , que compartía con Manolete una cornada de espejo . Así lo cuenta en el libro: «El rostro agraciado de Pepe Luis no se merecía una cicatriz tan fea, que ha nublado sus ojos claros . Creo que su apariencia y su toreo angelical también se nublaron para siempre. Mi cicatriz, en cambio, no me ha perjudicado. Ha estampado una especie de callo en mi fisonomía de adolescente enfermizo. Ha marcado una mueca amarga en la comisura de mis labios que me da seguridad». Su cara partida le infundió un aire trágico a esa personalidad solemne y majestuosa, una personalidad inmortal y rosa .
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