Sueños rotos en la carretera
Unos 600 jóvenes mueren cada año en accidentes de tráfico en España y más de un centenar quedan discapacitados. Supervivientes de esta auténtica pandemia nos cuentan su lucha por salir adelante
Francisco José Páez le habla a su curva maldita cada vez que pasa por allí. «No te quedaste conmigo» . Pero estuvo a punto de hacerlo. Le encantaba esa curva y disfrutaba tomándola a gran velocidad a lomos de su motocicleta. Hasta la caída en octubre de 2007. «El que mucho corre pronto para... y yo... paré en seco». Tres meses en coma y duras secuelas físicas y psíquicas que ha ido superando poco a poco y con gran esfuerzo. Una batalla en la que todavía no ha dicho su última palabra, porque su plan es curarse y no tener que depender de nadie. Los accidentes de tráfico, la pandemia juvenil por antonomasia, acaban con muchas vidas y parten por la mitad otras tantas: cada año se registran en España medio millar de casos de lesionados medulares por este motivo; más de un centenar son jóvenes de entre 18 y 25 años. Francisco José, valenciano, 26 años, es dos personas. Una, la de antes del siniestro.
«Trabajaba de mecánico y me estaba sacando el carné de camión. Me encantaba conducir, la grasa, la velocidad, las motos... Hacía deporte y cuidaba mi aspecto. Tenía novia. De hecho, estábamos volviendo a salir después de un tiempo de separación». Otra, la de después. «Cuando desperté del coma mi novia había desaparecido. No era capaz de hablar y sufría una grave lesión lumbar que me había postrado en una silla de ruedas. Mi madre me tenía que ayudar a asearme y vestirme. Algo doloroso, porque siempre he sido muy independiente. No soporto el "no puedo" ».
Hace un año ingresó en el Centro de Recuperación de Minusválidos Físicos (CRMF) de Vallecas, Madrid , y trajo en su equipaje parte de la persona que fue: simpatía a pesar de una cierta timidez, coquetería, gusto por la comida y ganas de pelear contra la adversidad. Consigue ponerse en pie agarrándose a una barra de la pared y esboza una gran sonrisa. Solo él sabe el sacrificio que le ha supuesto esta hazaña. Y no piensa parar. En la residencia consagra sus días de forma concienzuda a la terapia y el estudio. «Estoy en el último curso de ESO. Cuando consiga el graduado escolar pienso enmarcarlo, aunque la prioridad es volver a caminar. Los médicos me dan posibil idades ». En la agenda de Francisco está el trabajo en el gimnasio y en la piscina, donde se machaca a fondo y «se quedan flipados» con sus progresos. En su habitación las paredes están empapeladas con fotos de su gente: padres, dos hermanos, tres sobrinos... Tiene un portátil en el que ve los canales de televisión y se conecta a las redes sociales para chatear con los colegas . Algunos fines de semana viene su madre en un coche adaptado y él conduce hasta su pueblo, Ribarroja del Turia, donde le esperan sus amigos de siempre, del gremio de mecánicos, con los que antaño se picaba haciendo pesas o escalando y que ahora le apoyan a muerte («Uno recibe lo que da», confiesa). Donde también le espera la curva maldita con la que habla de lo que pasó aquel otoño de hace tres años.
Negra estadística
Los accidentes de circulación son la primera causa de mortalidad entre los jóvenes españoles. Desde el 1 de enero hasta el 15 de octubre de 2010 han muerto en nuestras carreteras 462 personas de 15 a 34 años de edad, un 34 por 100 del total de fallecidos (1.354) . En el mismo periodo de 2009 perdieron la vida 578 jóvenes (37 por 100 del total, que fue 1.534). Estos datos de la Dirección General de Tráfico se refieren a las víctimas mortales contabilizadas hasta las 24 horas después del siniestro. El 15,2 por 100 de los jóvenes de 18 a 25 años causan al menos un accidente de tráfico al año, según un estudio de siniestralidad vial en el colectivo juvenil realizado por la Fundación Mutua Madrileña. Los hombres de ese tramo de edad provocan un 242 por 100 más accidentes con heridos en comparación con el resto de conductores varones (la cifra se sitúa en el 133 por 100 en el caso de las mujeres). Los chicos desencadenan un 67 por 100 más accidentes con heridos que las chicas.
Los jóvenes se autoengañan con su destreza e infravoloran los riesgos
«Los jóvenes piensan que tienen una destreza y unos reflejos infalibles y que lo van a hacer siempre bien. Pero la realidad es que les falta experiencia e infravaloran los riesgos», comenta Mar Cogollos, directora de la Asociación para el Estudio de la Lesión Medular Espinal (Aesleme), que, junto con la Mutua Madrileña, ha puesto en marcha la campaña de prevención «Agárrate a la vida» . «Exceso de velocidad, distracción, fatiga y alcohol son las causas principales de los siniestros. No vale de nada que en una noche de farra el conductor alternativo sea el que menos ha bebido de la pandilla. Debe ser el que ha bebido cero alcohol». Los voluntarios de Aesleme -normalmente un sanitario y un lesionado medular-, que han sufrido accidentes en sus propias carnes, no se andan con paños calientes a la hora de exponer la situación. Van a las universidades y aparecen en el aula sin que los estudiantes tengan aviso previo (así no hay forma de escaquearse). «Les ponemos unas gafas especiales que provocan el mismo efecto que si fueran bebidos ; no son capaces de meter un bolígrafo en una botella», añade Cogollos. «Llevamos dos cascos de moto: uno nuevo al que pegamos un martillazo y que, a pesar del golpe, no sufre daños relevantes. Y otro completamente destrozado en un accidente. El contraste ya pone los pelos de punta. Y les preguntamos: ¿Alguno quiere probar con su cabeza?».
El «road show», una actividad que se realiza con chavales de entre 14 y 17 años en un auditorio, empieza con una escena que no les es ajena: un disc jockey animando el cotarro. Buen rollito. Luces y música. Risas entre el respetable, parte del cual sigue conectado a los cascos del mp3 o enviando mensajes con el móvil, porque el teatrillo, en principio, no merece su completa atención. Sale un tipo a las tablas con una copa en la mano, haciéndose el gracioso y hablando con la lengua de canto. « ¿Qué tal, tronco?», saluda al dj. Y presume: «El otro día nos metimos seis en el coche para venir a la discoteca... ja, ja, ja». «Cojonudo», exclama su interlocutor. «Oye, ¿hay tema con Luci o no hay tema?, je, je, je ». Pero el aire festivo del primer acto se acaba unos minutos después, cuando se representa un accidente de tráfico con toda su crudeza y decibelios: el choque, las víctimas, los servicios de emergencia, los gritos, el llanto, la muerte... Cuando cae el telón, el rostro de los chicos ha cambiado radicalmente.
Un momento para no olvidar
«No era una persona dada a los excesos. Quiero decir que no me emborrachaba ni tomaba drogas cuando salía por la noche. Aquel día iba en el asiento del copiloto. Llovía mucho y en la M-30 se habían formado algunos charcos. El coche sufrió aquaplaning. Mi amigo salió ileso. Yo iba sin cinturón de seguridad...». La historia de José Manuel Blanca, madrileño de 27 años, lesionado medular, no es muy diferente a la de cientos de jóvenes. La carretera tiene un millón de formas distintas de cortarle a uno las alas cuando el despiste o la imprudencia le dan una coartada. «Ahora lo sé. ¿Lo sabía entonces? Probablemente. La juventud parece proporcionarnos un escudo indestructible, pero no podemos confiar en que nada malo va a ocurrirnos. Y por un fallo nos acordamos de ese momento toda la vida», confiesa.
Sus días, ahora, son monótonos. Él mismo reconoce que no es la alegría de la huerta y que el accidente no solo le ha atado a una silla de ruedas, sino que le ha hecho descarrilar el ánimo. «Tengo días mejores y días peores. No trabajo. Se me hace difícil salir a la calle, y más cuando hace frío. Me quedo agarrotado. Tampoco quiero dedicarme a la atención telefónica, que es un empleo que suelen ofrecer a la gente que está en mis circunstancias. Vivo de los 500 euros de la pensión. Me apaño bien solo. Viene una persona a limpiar y mis padres y mis hermanos me traen comida. Me levanto y me quedo en casa . Normalmente espero a que venga algún amigo a jugar a la play o ver una película. Y los fines de semana nos reunimos varios para ver las carreras de motos y de Fórmula 1. Luego salimos a tomar un poco el aire. Dos días a la semana voy a hacer rehabilitación. También asisto a un taller de estudios audiovisuales. Me gusta la fotografía, creo que algún día podría dedicarme profesionalmente a ella. También me planteo hacer el curso de acceso a la universidad para mayores de 25 años. Me interesa la Historia del Arte, aunque no voy para conservador de museo. También la Filosofía y los idiomas...». José Manuel da pequeños pasos para escapar de la monotonía.
Periodo crítico
El informe de la Fundación Mutua Madrileña revela que aunque la percepción del riesgo, en general, es mayor a medida que aumenta la edad de la persona, entre los 18 y 25 años existen notables diferencias en función del género. El menor sentido de la vulnerabilidad por parte de los hombres podría provocar la adopción de conductas imprudentes y generar un exceso de confianza en su capacidad de respuesta ante situaciones imprevistas. De hecho, las chicas provocan un 36 por 100 menos siniestros que los chicos de su misma edad .
Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, las que menos accidentes registran
La antigüedad del carné y la experiencia al volante también suponen un factor diferencial en los índices de siniestralidad. El periodo crítico es el segundo año de carné de conducir, tal vez porque superados los primeros meses en los que se extrema la precaución obra la ley del péndulo. Los conductores participan más activamente en las conversaciones, manipulan teléfonos móviles y dispositivos de navegación e, incluso, tratan de impresionar a los pasajeros con sus habilidades al volante. País Vasco, Asturias, Cantabria, Galicia, Andalucía y Comunidad Valenciana son las autonomías que registran más accidentes causados por jóvenes . Al final de la lista se sitúan Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura
A Frederic Crespo, en cambio, no le afectó el factor geográfico ni el hecho de ser un hombre joven para caer en una emboscada hace cinco años. En su caso, fue una avería mecánica provocada por un fallo humano del que él no tuvo culpa alguna. «Si sufres una enfermedad grave estás más o menos preparado para lo que pueda sucederte . Pero nadie te avisa de un accidente de tráfico. Sales por la mañana tranquilamente con el coche y, transcurridos unos minutos, estás paralizado. Cuando días después eres consciente de tu situación te quedan dos caminos: resignarte a tu suerte o hacer lo posible para recuperarte. Yo no me he resignado».
Este arquitecto recuerda que, tras la fase aguda, no pudo encontrar ningún centro especializado para realizar una rehabilitación intensa. Junto a su amigo Óscar Lanza, campeón de motocross que, como él, sufrió un accidente que le produjo una lesión medular, viajó a San Diego (Estados Unidos) para iniciar ese tratamiento. «En Europa los pacientes suelen trabajar desde la silla de ruedas; allí no. La asistencia es personalizada: hay hasta tres personas pendientes de ti. A nuestro regreso decidimos aplicar la experiencia en España» .
No atrofiar la esperanza
Frederic puso en marcha la Fundación Step by Step en L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona , y se rodeó de un amplio equipo médico y psicológico. No olvidó un aspecto crucial: la investigación. Impulsó un comité científico con personas que trabajan en reparación de lesiones medulares. «No hay que perder la esperanza. Si alguna vez las células madre nos proporcionan una salida, solo las personas atrofiadas no tendrán solución . Por ello, moverse es muy importante. Cualquier avance, por insignificante que sea, es importantísimo para nosotros, aunque sea a nivel psicológico. Yo, por ejemplo, soy capaz de gatear. Gateando no voy a comprar el pan, pero sí puedo llegar al teléfono si necesito llamar para una emergencia».
«En Estados Unidos estos centros de recuperación son privados. Aquí estamos acostumbrados a lo público. Una fundación es algo mixto: una parte de la terapia la paga el lesionado y otra parte nosotros con la ayuda del sector privado. Ahora tenemos 50 pacientes semanales ». Se confiesa tozudo. Por eso sigue con su estudio de arquitectura (actualmente trabaja en la ampliación de la Fira de Barcelona). Por eso hipotecó su casa para que la Fundación saliera adelante. Por eso ha conseguido gatear.
Quizás por eso algún día logre caminar.
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