La macroinyección de EE.UU. amenaza con dinamitar los acuerdos del G-20
China exige explicaciones a la Casa Blanca mientras Alemania acusa a la Fed de violar acuerdos internacionales Ambos, junto a Brasil y la UE, llevarán la polémica a la próxima cumbre
La segunda ronda de «munición» monetaria puesta en marcha por la Reserva Federal estadounidense puede hacer saltar por los aires la agenda de la próxima, y decisiva, reunión del G-20 que se celebrará la semana que viene en Seúl. Desde Latinoamérica hasta Asia pasando por Europa, la reacción ha sido unánime contra la nueva inyección de 600.000 millones de dólares en la economía estadounidense. Una jugada que bajará aún más los tipos de interés en EE.UU. y disparará de nuevo la presión de los inversores internacionales sobre otras monedas, avivando aún más la «guerra de las divisas».
Así, aunque el gobernador del Banco de China, Zhou Xiaochuan, ha tachado la medida de «comprensible» por el débil crecimiento económico de EE.UU., lanzó ayer un mensaje claro y volvió a evidenciar el difícil equilibrio que mantienen el gigante asiático y la Casa Blanca. «Si la política doméstica es buena solo para EE.UU., y no para el resto del mundo, va a provocar un impacto muy negativo», advirtió durante una conferencia. Pero el representante chino en el G-20 fue más allá y adelantó que pedirá explicaciones: «Parece natural que alguien nos justifique esta actuación en la cita de la próxima semana. De lo contrario, la confianza internacional y el crecimiento de la economía mundial podrían sufrir», advirtió.
China posee la mayor parte de los bonos del Tesoro de EE.UU. y acumula el 30% del total de divisas globales en sus reservas. Y, si en lo que se refiere la apertura política, Pekín se niega a repetir los errores de la «Perestroika» soviética, en materia económica su obsesión es evitar una crisis como la que sufrió Japón en la década de 1980, después de que el G-7 forzara a la potencia nipona a revaluar el yen.
La reacción de Alemania —país que ha conseguido tirar de Europa gracias a las exportaciones— ha sido aún más virulenta. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha acusado a Washington de romper los acuerdos internacionales y ha lamentado que pretenda resolver sus problemas económicos elevando su abultada deuda pública. «Hablamos de una política común a la que los países industrializados, incluido EE.UU., también se comprometieron expresamente en la cumbre del G-20 en Toronto», recordó Schäuble, quien anunció que «trataremos el tema críticamente con nuestros amigos americanos en encuentros bilaterales, pero también en la reunión de Seúl».
Carta desde Bruselas
Mientras, la respuesta europea llegó en forma de misiva. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y el de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, enviaron ayer una carta al resto de socios del G-20 en la que reclamaron que los tipos de cambio de las monedas se fijen de acuerdo con los fundamentos económicos y que se eviten «acciones que puedan tener efectos negativos en el resto». Los mandatarios comunitarios reconocieron que el euro es ahora la moneda más perjudicada porque está soportando una «carga desproporcionada» en el ajuste de los tipos de cambio, lo que «pone en riesgo la recuperación».
La reacción de protestas ha llegado también a Brasil. La gran esperanza económica de Iberoamérica ha manifestado que la decisión de la Fed puede agravar los desequilibrios mundiales y que planteará su disconformidad en la próxima reunión de Seúl. En opinión de su ministro de Hacienda, Guido Mantega, «todos queremos que EE.UU. se recupere, pero arrojar dólares desde un helicóptero no hace ningún bien».
Así, las espadas están en alto. Y la preocupación internacional en ebullición. Según el catedrático Donald Brean, codirector del Grupo de Investigación del G20, «el riesgo de una guerra de divisas internacional es inmediata y real» y, de desatarse, el G20 acabará siendo un «G2» entre EE.UU. y China. «EE. UU. se encuentra en una situación precaria que ha empeorado en las últimas 48 horas», aseguró a Efe el canadiense Brean respecto a las elecciones legislativas. En esta situación, añadió, una devaluación competitiva como la que se ha puesto en marcha puede ser destructiva y desembocar en medidas proteccionistas y represalias que atenacen la recuperación global.
D Además, con la atención centrada en los estímulos de la Fed, las posibilidades de sellar un acuerdo en el seno del G-20 se intuyen cada vez más lejanas. EE.UU. propuso que los grandes países se comprometan a limitar hasta un 4% del PIB de superávit o déficit de la balanza de cuentas corrientes. Pero India y China ya han mostrado claras reticencias. Según Nueva Delhi, el G-20 debe encontrar «una fórmula basada en soluciones específicas para cada país», no una «camisa de fuerza cifrada» que impida la marcha «normal» en la economía mundial. Por su parte, el viceministro de relaciones exteriores y jefe negociador de China en el G-20 aseguró que «la fijación artificial de un objetivo puede evocar para China los tiempos de la economía planificada». El único viso de acuerdo vino ayer de la mano de los presidentes de Francia, Nicolas Sarkozy, y China, Hu Jintao, que coincidieron en los objetivos y modalidades para una futura reforma
del sistema monetario.
Poco se sabe de la postura española. Eso sí, fuentes del Ejecutivo aseguraron que el jueves estarán en Seúl junto Zapatero los presidentes de Repsol, Antonio Brufau; Acciona, José Manuel Entrecanales; Telefónica, César Alierta; Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán; Ferrovial, Rafael del Pino, y del BBVA, Francisco González. Además, Rodríguez Zapatero ha creado una unidad en Moncloa para preparar las futuras cumbres de este foro internacional.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete